Pasaba que comenzaba un año que parecía igual a los últimos. Y sin embargo, todo iba a cambiar para siempre. Pero todavía no. Enero de 1923 echa a andar en la ciudad con la resaca de la nochevieja y los fervores aún vibrantes del baile del Casino Primitivo. Quizá, en un reservado secreto, alguien aún tienta a la suerte con los juegos prohibidos que persiguen las autoridades. El Gobernador civil ya ha enviado varias circulares para que se extinga ese vicio que “tantas víctimas y dolores origina”. Tal vez, los ochos detenidos de madrugada en la calle Desengaño, 2, estaban jugando cuando liaron la bronca que acabó en paliza.
Por encima del subterráneo de las vidas disolutas, se extienden las calles y las alfombras de los palacios. En el Ayuntamiento, durante estos primeros días del año, se ha nombrado a un nuevo alcalde, Francisco González Vera, demócrata y abogado en la casa Legorburo. “El Heraldo de Madrid” se interesa por la noticia: “Un concejal conservador atacó al nuevo alcalde por supuesta incompatibilidad. Entonces el concejal demócrata propuso al Ayuntamiento una votación que refrendase la Real orden. La mayoría del Municipio, con la sola excepción de los conservadores ratificó la elección”. Tras el agitado pleno, el nuevo alcalde se enfrenta a los problemas endémicos de aquel entonces: la carestía de las subsistencias, la mendicidad o el precio del pan. En la primera reunión con los patronos, éstos se comprometen a bajar a 53 céntimos el kilo de pan moreno.
La vida sigue. Casi siempre con asombro. En la aldea de Casillas de Marín, en Higueruela, una mujer acaba de dar a luz a trillizas. De vez en cuando, los periódicos publican avances técnicos como la telefonía sin hilos o las cocinas eléctricas. Prodigios extranjeros que no alcanzan la maltrecha economía patria. En Albacete, para calentarse, tienen el carbón de encina de Peñascosa, a seis reales y medio la arroba. La leña es un bien de primera necesidad para combatir el frío en una ciudad en la que es necesaria la municipalización del transporte de carnes, la ampliación de números de puestos en los mercados o la construcción de almacenes para mercancías.
En la última década, la capital ha crecido en población, urbanismo e industria, pero ahora vive una crisis económica y social que desde “El Financiero” diagnostican así: “La gran guerra ha traído a esta provincia, como a todas, grandes beneficios a los agricultores, comerciantes e industrias. Estos creyendo que la etapa de las vacas gordas no terminaría, empezaron a salirse de su esfera, lo cual les trajo gran cantidad de gastos, que hoy sostienen muy contra de su voluntad y con grave riesgo de su capital y tranquilidad, pues empezaron a alternar en sociedad más elevada de la que les correspondía, y ahora tocan los efectos de las vacas flacas. Hubo en dicha etapa nuevos comerciantes e industriales, que nacieron en busca de los grandes negocios y que la realidad les ha demostrado el refrán zapatero a tus zapatos”. Dos bancos, el de España y el Central, controlan el 90 por ciento del negocio en la provincia.
Un poeta, Salvador Rueda, en otra rotativa nacional, traza la realidad albaceteña a su manera: “Albacete en sus campos, libre de intrigas // y ajena a las contiendas y a sus tropeles, // alza su copa bella presa entre espigas // donde fermenta el rezo de sus toneles”. Lo cierto es después del periodo de conflictividad laboral que comenzó en 1917 tras la Revolución rusa, este año de 1923 está siendo tranquilo. No así en Cataluña, donde se van a registrar más de 400 huelgas. El miedo al socialismo gravita en toda Europa. No se libra Albacete del “terror” y la propaganda. En una jornada de fraternidad celebrada en el Penal de Chinchilla, una vez consumidos los de tres platos, postres cafés y cigarros, el párroco les recomienda a los presos que “deben huir de caer en las tragedias que hacen de Rusia y Barcelona antros llenos de odio y maldad”.
Y pese a que la actividad artística no se detiene ni un solo día en el Cervantes, en el Liceo, en el Teatro-Circo o en el Cine Requena, la política, como una sangría, se filtra por todas las grietas. España sigue en guerra en el norte de África. Desde la izquierda representada por Indalecio Prieto o Julián Besteiro se piden responsabilidades por el Desastre de Annual. Más abajo, en la política municipal, irrita el caciquismo. Alguien publica en un diario albaceteño: “Como la familia es numerosa, tiene tentáculos en todos los partidos y los mismos votos sirven para el diputado conservador que para el liberal, que para el demócrata, que para el que sea”. Los “chanchullos electorales” saltan de pueblo en pueblo de la provincia. Esa forma de hacer y deshacer es mala costumbre desde hace décadas en toda España.
Algo se está pudriendo y el Rey Alfonso XIII quiere cambiar de perfume. La democracia le apesta. Posiblemente no piensa en la degradación de la monarquía y la restauración política cuando, durante una fría madrugada de febrero, para una hora en Albacete de regreso de Alicante. No saluda a nadie. Va descansando. Desde la primavera tiene conocimiento del descontento de los militares. Todo caerá por su propio peso. Entre tanto, se celebran nuevas elecciones. Por Albacete se presentan el conservador José María Acacio; el ciervista Marqués de la Calzada; el romanista Ochando; el alhucemista Graciano Atienza y el ex ministro Félix Suárez Inclán.
Este último es la principal autoridad en el acto de colocación de la primera piedra de la construcción del Instituto, junto al Parque de Canalejas. Con un presupuesto de 1.417.982 millones de pesetas, es una obra muy demandada y necesaria para la ciudad. Numerosas personas se concentran para asistir al acto. Ameniza la banda de música municipal. Se firma el acta y se encierra en una caja de plomo, junto a varias monedas de curso corriente y periódicos de la localidad. Prosigue la actividad con los parlamentos y después “se sirvió un espléndido lunch, compuesto de dulces, licores y habanos”, escribe el plumilla ante un día tan señalado. Algo más lejos, en Madrid, un alemán de nombre Albert Einstein imparte una conferencia en la Universidad Central y un hellinero, Artemio Precioso, triunfa en el mundo editorial con sus novelas ligeras y sicalípticas. Aún más lejos, en el caluroso Chihuahua, asesinan a un mexicano llamado Pancho Villa.
Acá, bien cerca, en Albacete, una joven de 19 años se anuncia en un periódico local. Busca trabajo como nodriza. Otra moza más afortunada ha contraído matrimonio y la prensa lo cuenta: “En la elegante morada de los Señores, se celebró anoche a las 11, el enlace matrimonial de su encantadora hija Llanos con el distinguido abogado señor Dionisio. La novia realzaba su belleza con elegante vestido de crespón marroquín y manto de gasa bronchada cuya cola era llevada por preciosos niños”. Un verano de 1923 en el que muere el alcalde González Vera y es sustituido por Antonio Sánchez Martínez.
Verano de siega y verbenas. “Verbena sencilla, pobre, reduciéndose el festejo a un baile popular de guitarras y bandurrias, y a unos cohetes que al dispararse en el espacio anuncian tan pueblerina fiesta”, escribe alguien. Nada que ver con la Feria de Albacete. Otro periodista nos cuenta que “Todo Albacete” desfila ante el escaparate de Belda para ver las fotografías de la Reina de la Feria, Juanita Sánchez y su corte de honor. En este septiembre de 1923, en el Paseo de la Feria se han instalado más de un centenar de espectáculos entre barcas, caballos y casetas de tiro al blanco. Y algo más. “Para aumentar estos espectáculos llegó ayer a esta capital, procedente de Málaga, la mujer más pequeña del mundo Miss Anita Mehaly”. También ha arribado de la ciudad andaluza un industrial que quiere exhibir un fenómeno extraordinario: una ternera con dos caras, tres ojos y cuatro cuernos.
En estos días de Feria, la historia está llamando a las puertas del tiempo. En un diario albacetense avisan desde la editorial: “Todos hemos convenido y ello se ha repetido hasta la saciedad, en que España se ve sañudamente combatida por enemigos de fuera y del interior de la patria, que la zahieren, la denotan y arremeten contra ella con el mismo espíritu de delectación en la empresa cuando ven que España vacila y presenta el aspecto de una nación pronta a sucumbir”. En Albacete se inaugura el campo de fútbol del Paseo de la Cuba, con un partido entre el equipo reserva Levante de Murcia y el Club Deportivo de Albacete. Ante 500 espectadores, el Albacete gana 3 a 0 pese a que el conjunto local no entrena habitualmente.
Cuestión de carácter y de juego. Y hoy, 13 de septiembre de 1923, llueve sobre la plaza de toros. Sanchez Megías, Freg y Méndez tratan de lograr la ovación. Y mientras esto ocurre, en Barcelona, el general Miguel Primo de Rivera ya ha hecho circular un comunicado en el que proclama: “Ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado (porque hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad y que ella rigiera sin interrupción la vida española) de recoger las ansias, de atender el clamoroso requerimiento de cuantos amando la Patria no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política (…)”. El golpe de estado cuaja sin problemas y el directorio militar es asumido por el Rey. La dictadura ha comenzado mientras Albacete sigue disfrutando de su Feria. La prensa local consigue informar una vez que sus contactos en Madrid esquivan la censura. Los ejemplares de “El Diario de Albacete” y “El Defensor” corren de mano en mano en cafés y casinos.
Y la historia sigue su curso, también la Feria. O como dice Abraham Ruiz en “El Imparcial”, “esta alegría de la capital en fiestas se esparce, contagiosa, por toda la llanura”. Todo el mundo quiere ir a los toros, pasear por la vieja alameda, presenciar el espectáculo del “Bólido Humano”, ese loco temerario enamorado de una joven alemana que pudo ser emperatriz ese hombre; Cliff, capaz de saltar 35 metros y atravesar un arco de fuego. Eso es lo que quieren los albaceteños, divertirse. Que para penas ya están los pobres desgraciados como Armando.
Armando. Natural de Hellín. 21 años. Sindicalista. Cerrajero. Un pionero de la sin suerte en esta nueva dictadura. Acaba de ser detenido mientras viajaba en el Correo de Andalucía. Cuando las cosas se pusieron feas se marchó de Barcelona a Zaragoza. Había cumplido un año en prisión por robo y estaba pendiente de otro proceso judicial por atraco. Se ha subido al tren sin pagar el billete. A los agentes de la brigada móvil les dice que quería volver a su pueblo. Pero algo no cuadra. Armando lleva doble traje y dos gorras. Y sobre todo, ésta no es la ruta correcta. Por aquí no se regresa a Albacete.
José Iván Suárez / Historias para Sentir Albacete