A pocas horas de que volvamos a recorrer las calles en el Día Internacional del Trabajo, los compañeros y compañeras de Comisiones Obreras ultimamos una movilización emocionante, siempre necesaria, un momento simbólico por lo que tiene de reafirmación de la lucha social y sindical. Una movilización que es expresión de democracia y reconocimiento al papel que la Constitución da a nuestra acción diaria.Y aunque pocas veces se recuerde, es una movilización que recorre el mundo cada año, un mundo donde los problemas de la gente trabajadora se parecen mucho.
Digan lo que digan los que anunciaron el fin de la Historia y el fin de las clases, no hay demasiadas diferencias entre quienes hacen milagros para llegar a fin de mes con su sueldo en Ciudad Real y quienes lo hacen en una ciudad del sur de Francia, de Reino Unido o del otro lado del charco. Contaríamos una historia parecida también si la gente trabajadora explicaran los desmanes de algunas empresa, las horas extra que no cobran, los riesgos laborales que afrontan, la discriminación entre hombres y mujeres.
No es muy diferente tampoco la difícil situación en todo el mundo de quienes llevan meses pagando una escalada de precios que ahora los gobiernos intentan capear, mientras ese mercado invisible y sin nadie al volante campa a sus anchas, sin que casi nadie le pida responsabilidades. Es un cuadro parecido el que encontramos aquí y en otras latitudes también cuando vemos que los millonarios beneficios que se generan acaban en las cuentas corrientes de unos pocos, siempre cuidados de llevar su patrimonio donde la cosa pública no tiene herramientas para actuar. Cuando oigan a alguien decir aquello de que el dinero tiene que estar en el bolsillo del ciudadano, recuerden que habla de los bolsillos de unos cuantos, los que más riqueza acaparan y menos aportan.
En estos últimos días el mensaje que los sindicatos de clase hemos lanzado para salir a las calles ha tenido un amplio eco en la agenda pública, y alude a estos tres puntos como solución irrenunciable para atajar la crisis y que sus efectos impacten menos en quienes menos tienen: Subir salarios, contener precios y más igualdad.
Estaremos en las calles los sindicatos, pero no solo los sindicatos, para pedir que los trabajadores y trabajadoras de este país tengan mejores sueldos. Estaremos en la calle mañana, y actuaremos también cada día del año, para que este Gobierno y los gobiernos de cada nación legislen y controlen los precios, porque no es cierto que solo la guerra explica la alta inflación que padecen los de siempre, los más vulnerables. Estaremos en la calle en la reclamación de más igualdad, de que haya reglas que aseguren el reparto de la riqueza y atajemos la brecha social que puede hacerse más grande y separar aun más a la gente de las instituciones llamadas a defenderla. De ese desencanto se alimentan los movimientos ultra que ganan apoyos en todo el mundo.
La solución, como dice el lema, está en estos tres puntos. La solución, además, es hacer más fuerte la lucha sindical, que es la lucha de la gente. Lo era cuando el 1 de mayo empezó a ser un día de reivindicación, y lo seguirá siendo por mucho que cambien las relaciones laborales. Precisamos de la lucha sindical precisamente porque con ella hemos mejorado los indicadores de desigualdad entre hombres o mujeres; con ella hemos podido dotarnos de un sistema de pensiones más justo; con ella, junto a un gobierno sensible que hay que reconocer, hemos podido dar un empujón histórico al Salario Mínimo; hemos podido regular sectores productivos especialmente castigado por condiciones precarias, y hemos podido revertir la peor legislación laboral que ha tenido España.
Es buen momento este 1 de mayo para reconocer el trabajo de los hombres y mujeres de CCOO en ese tiempo en particular, las personas que de 2012 a 2022 se enfrentaron a la injusticia de la norma aprobada por el Partido Popular. Con la nueva reforma laboral, pese a los efectos de una guerra disparatada cuya evolución y consecuencias aún no podemos imaginar, empezamos a tener en este país cifras más razonablesde contratos indefinidos, miles de trabajadores y trabajadoras mejor protegidos, nuevas herramientas para defendernos colectivamente. En definitiva que ningún trabajador ni trabajadora tenga que sentarse frente a su jefe y sentirse desprotegido o desamparado.
Cada persona que está firmando uno de esos contratos indefinidos es una victoria de las conquistas sindicales, un motivo más para estar en las pancartas y mostrar que las luchas colectivas que sirvieron hace 125 años siguen siendo útiles y necesarias ahora, mejoran la vida de la gente, y permiten construir una sociedad más justa. Quien diga lo contrario miente, o no conoce su propia Historia.