A lo largo de las últimas tres décadas (la criatura se estrenó como concejal con tan solo diecinueve añitos), le hemos consentido demasiadas cosas a García-Page.
Le hemos consentido que hiciese de la política una carrera profesional, cuando se supone que en democracia los cargos públicos deberían ser temporales y rotatorios para que nadie los patrimonialice.
Le hemos consentido que fuese por los cuatro puntos cardinales de la región prometiendo museos, colegios, hospitales… como si fueran chucherías, para luego cumplir con dichas promesas tarde, mal o nunca.
Le hemos consentido que compitiese electoralmente con la extrema derecha reivindicándose como el mayor defensor de la caza y de las corridas de toros.
Le hemos consentido que, en calidad de presidente del Gobierno de Castilla-La Mancha, asistiese a misas, encabezase procesiones, invocase a los santos, rindiese pleitesía al alto clero, impusiese el máximo de horas de religión en el sistema educativo y, en definitiva, convirtiese nuestra región en la “reserva espiritual de Europa”… a pesar de que España es supuestamente un estado aconfesional.
Le hemos consentido que ningunease a los socios de gobierno de Unidas Podemos y que inclinase a su partido hacia Ciudadanos, un artefacto político difícil de definir que, como todo el mundo sabe, forma parte del funesto Trifachito.
Le hemos consentido que volviese a presentarse como candidato, cuando aseguró que no volvería hacerlo si Pedro Sánchez ganaba las primarias. Y luego volvimos a consentirle que le pusiese todas las zancadillas posibles (y unas pocas más) a su recién elegido secretario general y presidente del Gobierno, haciendo gala de una deslealtad hacia su propio partido que pocas veces se había visto en la arena pública.
Y hasta podríamos consentirle el discurso disperso, vengativo y extrañamente gangoso con que la tarde del jueves pasado anunció que “acataba” la orden del Gobierno central de cerrar los centros educativos de la región. Pero lo que ya no estamos dispuestos a consentirle, de ninguna manera, es que insinúe que el profesorado quiera aprovechar la pandemia del coronavirus, que ya ha matado a más de 130 personas en nuestro país, para “tomarse 15 días de vacaciones”. Un insulto de esa calaña hacia sus propios funcionarios le deslegitima radicalmente como responsable público y no admite disculpa ninguna.
En fin, hasta aquí hemos llegado. ¡¡Page, dimisión ya!! #PageDimision
* El Colectivo Puente Madera está formado por Enrique Cerro, Esteban Ortiz, Elías Rovira y Javier Sánchez.