Si hay un sector que ha mostrado una disponibilidad máxima para adaptarse a las difíciles circunstancias, y tomar todas y cada una de las medidas de seguridad e higiene que exige la prevención en tiempos de pandemia sanitaria, ése ha sido el de la Hostelería y el Turismo de nuestra provincia y región.
Un sector que forma parte de la columna vertebral del tejido productivo económico en Castilla-La Mancha y en España, que paga impuestos y tasas como pocos lo hacen (desde la cuota de autónomos al Instituto Nacional de la Seguridad Social hasta la Sociedad General de Autores de España SGAE, pasando por el IVA, terrazas, alquileres…) que contribuye como pocos al sostenimiento de la Sanidad y la Educación Pública; que soporta sobre sus espaldas las estrictas medidas administrativas y laborales que comporta la legislación en materia de Seguridad e Higiene en el Trabajo; y que genera Empleo no sólo de forma directa, sino también indirecta a través de los canales de distribución alimentaria y de bebidas, proveedores, asesorías fiscal y contables, protección de datos, prevención de riesgos laborales, repartidores, oficios varios, nuevas tecnologías, y un largo etcétera de pequeños autónomos dependientes de la buena marcha de los negocios con los que los hosteleros se inician arriesgando el patrimonio propio, y en muchos casos, el de sus familiares.
Salir a la calle a ganarse la vida sorteando los embates del mercado y de la competitividad, siempre dispuestos a ofrecer la mejor cara ante el exigente cliente para granjearse una confianza que sólo se gana con el paso del tiempo y con la credibilidad que ofrece la calidad de sus productos y buen servicio, no es tan sencillo.
Es más fácil echar el cierre a una persiana que abrirla, y todos deberíamos saber lo que comporta para la sociedad que un negocio, sea un local de un pueblo o de una ciudad, se ponga en marcha y tenga vida propia y en su entorno.
Por ello, por la especial sensibilidad que tiene el Partido Popular de Castilla-La Mancha, y en particular de su presidente, Paco Núñez, conocedor como pocos de lo que supone mantener en pie una pequeña empresa familiar que se sostiene con el sacrificio personal de muchas horas al pie del cañón, es por lo que ha ofrecido en el pasado Pleno de las Cortes regionales un paquete de medidas que superan, con mucho, la idea peregrina de la Junta de Castilla-La Mancha de repartir mantas polares entre las terrazas que a duras penas sortean el desafío del temporal extremo. Suena a insulto, pero más que a insulto, a desprecio máximo para con un eje estratégico de la Economía productiva, que, con su patrimonio expuesto al socaire de las decisiones políticas, sólo demanda una cosa: Que no se le criminalice, que sus negocios no son el problema de esta pandemia sanitaria. Que quiere trabajar.
Para un sector que es dinamizador de la Economía y del sostenimiento de las arcas públicas, el hecho de no dejarle trabajar o dejarle con una serie de restricciones que hace prácticamente inviable la apertura de la persiana, es un mazazo en toda regla.
Pero mucho más lo es si en vez de aportar una serie de medidas paliativas que contribuyan a frenar el desgaste de la propia moral y de la pérdida económica, les dejamos al albur de los acontecimientos. Y en esas parece estar el presidente socialista de la Junta, Emiliano García-Page, gran ausente durante el Pleno monográfico propuesto por el PP-CLM que debatía las posibles ayudas, y tan presente para el rechazo a una serie de medidas de carácter tributario y fiscal, financiero y de aliento a la reconstrucción de un tejido que históricamente es marginal en el capítulo de subvenciones, y que, sin embargo, es puntero en el pago de cargas impositivas.
Page ha dado la espalda -con su rechazo- no ya a Paco Núñez, sino a todo un sector que por mediación del presidente del PP-CLM ha reclamado una oportunidad para sobrevivir a tiempos de crisis económica y sanitaria.
Será responsabilidad de todos recoger el guante que nos han lanzado los profesionales autónomos y pequeñas empresas que no pueden seguir siendo los grandes sacrificados de la pandemia, en tanto los ciclos de vacunación anti covid-19 continúan muy lejos de corresponder a un tiempo de economía de guerra y de emergencia sanitaria.
Esto es, mientras las dosis inmunizadoras se aplican al ralentí, el hundimiento de la Hostelería es acelerado y parece que sin frenos.
Si no somos capaces de revertir esta situación de la que García-Page parece el gran ausente, resultará que no habremos aprendido nada, y que tan sólo nos quedará el lamento de un daño económico y social de tales proporciones que ninguna manta polar de ningún Gobierno socialista podrá ya ocultar.
Manuel Serrano
Presidente provincial del PP de Albacete