Es apenas un aspecto más a analizar dentro de la actual situación de pandemia. Hay voces que han puesto el foco en las consecuencias de no poner puertas a los vectores de transmisión de los virus. En concreto a los animales, sean o no exóticos, como reservorios tanto de virus como de otros agentes patógenos.
Hace unos meses, los científicos apuntaban al pangolín como posible origen del salto a los humanos del SARS-CoV-S2 y después se habló de los murciélagos.
Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha iniciado una investigación para trazar el origen de este tipo de coronavirus a partir del mercado de Wuhan, en China.
Se parte de la teoría de la zoonosis -cuando una enfermedad infecciosa se transmite de forma bidireccional entre humanos y animales- pero lo cierto es que todavía no se ha identificado al “paciente cero” de la COVID-19.
Después, un brote entre visones en Dinamarca ha añadido más incógnitas a la cuestión y ya hay quien viene mostrando su preocupación por la relación entre las granjas industriales y las grandes ‘gripes’ en el planeta.
Es el caso del biólogo evolutivo, ecólogo e investigador en la Universidad de Minnesotta, Rob Wallace con su publicación Grandes granjas, grandes gripes en España, quien critica el sistema mundial de la agroindustria.
Un sistema que cada vez tiene más hueco en Castilla-La Mancha. Solo en este año 2020, el Gobierno de Castilla-La Mancha dio el visto bueno ambiental a más de una veintena de explotaciones intensivas ganaderas (no solo de cerdos).
Pero eso, apunta otro biólogo, en este caso castellanomanchego, “es solo una parte de la situación global de las enfermedades causadas por virus en el mundo. Y sí, muchos se transmiten a través de los animales”.
Máximo Florín, profesor de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha cree que “estamos en una pandemia con una variedad de virus muy concreto y puede ser interesante, no a corto sino a largo plazo, tomar medidas preventivas respecto a otras posibles vías de transmisión o bien de virus nuevos o de mutaciones de otros que lleguen por canales similares”.
Se refiere en concreto a las vías de transmisión relacionadas con el cambio climático o con el sistema agroindustrial que prima en el planeta y a la necesidad de un abordaje de esta crisis sanitaria de forma más multidisciplinar prestando atención a la salud pública, a la economía sostenible y al medio ambiente.
El profesor cita un reciente artículo publicado en la prestigiosa The Lancet, el ‘Informe 2020 del Lancet Countdown sobre la salud y el cambio climático: respondiendo a dos crisis convergentes’, la última impuesta por el SAR-CoV-2.
“La ventana de oportunidad es estrecha y, si la respuesta a la COVID-19 no está total y directamente alineada con las estrategias nacionales de cambio climático, el mundo no podrá cumplir con los compromisos del Acuerdo de París, dañando la salud y los sistemas de salud en la actualidad y en el futuro”, señala el informe en The Lancet.
“El sesgo con la COVID-19”
Por eso este biólogo y ecólogo de la universidad castellanomanchega sostiene que “hay un sesgo con la COVID-19” respecto a lo que ya estaba ocurriendo antes en el planeta con la biodiversidad o con nuestra forma de producir.
“Nos podemos preocupar del salto de enfermedades de especie a especie, de la deforestación, de que los virus que estaban aislados en murciélagos o pangolines entren en contacto con el ganado que empieza a colonizar los bordes de las selvas y que interaccione con los humanos en lugares con alta densidad”, asevera el profesor, pero se pregunta “por qué esa preocupación no es la misma respecto a otros virus o bacterias que están causando más muertes que la COVID-19”.
En su opinión, la diferencia radica en que la actual pandemia ha tocado fuerte a Occidente. “Normalmente tendemos a pensar que las muertes por enfermedades no solo por virus o bacterianas, protozoos o infinidad de vectores climáticos son cosas de países en vías de desarrollo. Esto no le había tocado a Occidente últimamente desde la gripe de principios del siglo XX”.
La realidad, explica, es que “la cantidad de virus, de partículas de virus, que hay en la Tierra es de 10.000 millones. Hay 100 millones de partículas de virus por cada estrella del Universo. De todos ellos, puede haber unos pocos millones de grupos de virus y solo conocemos una pequeñísima parte”.
Florín critica que se mire hacia otro lado cuando la OMS relaciona la aparición de ciertas enfermedades con el cambio climático. “Como las patologías diarreicas que causan la muerte de más de dos millones de personas al año. Lo que ocurre es que eso no afecta a Occidente. Y de eso no se habla. En pocos meses tenemos vacunas para la COVID-19 y sin embargo para los microorganismos que causan las diarreas la investigación va muy, muy lenta”.
En su opinión, “la salud pública no es un problema económico. De hecho, vemos que ese problema llega cuando no nos preocupamos. Tampoco es una cuestión de conocimiento o tecnológico sino de no aplicar correctamente ese conocimiento”.
La producción ganadera y las posibles pandemias: “Hay que apostar por el principio de precaución”
Por otro lado, Florín se refiere a nuestra forma de producir. Según The Lancet solo las emisiones de CO2 de la ganadería aumentaron un 16% entre 2000 y 2017.
“La producción de alimentos es una de las causas del efecto invernadero a lo que se suma el efecto sinérgico de la deforestación. No solo son las emisiones de metano de los rumiantes, sino que además deforestamos la selva para producir piensos ganaderos”, asegura Máximo Florín.
En su opinión, “se puede dar de comer a todo el mundo sin tener que recurrir a todos estos animales que además son vectores de transmisión” y critica que, en España y en comunidades autónomas como Castilla-La Mancha, “se está subvencionando a las macropocilgas industriales. Es algo que se acordó entre España y China que ahora además lo intenta también con Argentina”.
¿Hay una relación directa entre este tipo de instalaciones industriales y la proliferación de virus como la COVID-19?, preguntamos. “La ciencia se basa en evidencias y las hay sobradas de que puede ocurrir. De hecho, ha ocurrido con otros virus. Hay que apostar por el principio de precaución, entre otras cosas para este tipo de explotaciones intensivas”, de cara al futuro.
Alude a “estudios científicos que demuestran que son innecesarias porque hay modelos alternativos de producción de carne. Nadie intenta que se deje de comer cuando apetezca”, subraya, pero cree que esos otros modelos, “nos harían más resilientes económicamente porque en España estamos comprometiendo las posibilidades de desarrollo de las zonas rurales. No nos conduce a otro sitio que a que unos pocos promotores y multinacionales tengan algo muy rentable generando unos pocos empleos para satisfacer a China”.
Pero el biólogo no es optimista. “La sensación que tengo es que cuando nos vacunemos en Occidente lo suficiente como para tener inmunidad de grupo posiblemente el coronavirus pase a ser una especie de gripe a vacunar de forma estacional”, y mientras, añade, “las causas que han originado la pandemia persistirán”.