
Españoles liberados de los campos de concentración nazis. José Iván Suárez
Durante años, el silencio ocultó la memoria de los supervivientes. La dictadura quiso enterrar el testimonio del horror y la crueldad. Pero con la llegada de la democracia, España, por fin, pudo conocer y reconocer que miles de sus ciudadanos habían sido víctimas de los nazis y sus campos de concentración y exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Un primer y tímido homenaje oficial por parte del Gobierno en 1978 y después, más toneladas de indiferencia.
Mientras España seguía desconociendo la tragedia de muchos compatriotas, las asociaciones de víctimas comenzaron a surgir y a organizarse. Hacia el año 2000, un nuevo concepto suena en el debate público: memoria histórica. Y es a partir de este impulso colectivo, aupado en películas, documentales y libros, cuando se empieza a generalizar el conocimiento de la tragedia de aquellos españoles que se exiliaron a Francia al acabar la Guerra Civil, se enrolaron en las tropas francesas y acabaron en uno de los infiernos de Hitler, Mauthausen.
Según la web Mapa de la Memoria Democrática de Albacete: “Se sabe que 9.328 españoles acabaron en campos de exterminio, y que la mayoría, 7.532 fueron enviados al de Mauthausen (Austria). Solo sobrevivieron 2.716. De esos más de siete mil deportados, casi ochocientos eran originarios de las provincias castellano-manchegas, y al menos 149 procedían de la provincia de Albacete. Quinientos dieciséis de ellos murieron, entre ellos 94 albaceteños”.
Uno de aquellos albaceteños que perdió la vida se llamaba Joaquín López Mansilla y era de Hellín. Lo último que supo su familia fueron las 25 palabras que los nazis permitían en aquellas cartas censuradas. Su historia se ha conservado gracias a su nieto, Antonio del Carmen López. “Cuando les enseñamos la exposición a los jóvenes siempre les digo que el virus del odio es mucho peor que el coronavirus y cuando se desata mata a muchas más personas que pueda matar una pandemia como ésta y lo entienden bien”, cuenta Antonio para nuestros lectores.

Antonio del Carmen López y Juan Antonio Andújar en la exposición
Junto a Pablo Armengol y con el apoyo del Ayuntamiento de Hellín, ha organizado la exposición “Hellineros en Mauthausen”. Durante esta semana aún puede visitarse en el Claustro de la Casa de la Cultura. Con esta muestra se completan unas jornadas de homenaje y reconocimiento a los 19 vecinos que padecieron el horror. El consistorio hellinero es de los municipios que han querido recordar, sin vergüenza ni polémica, a sus víctimas.
Explica el concejal Juan Antonio Andújar, “creo que no es un simbolismo político, está claro que eran republicanos, pero eran hellineros y gente que fue represaliada por la lacra más terrible del siglo XX, ahí tenemos que estar todos de acuerdo”. Aquella lucha entre libertad y dictadura que la democracia terminó ganando.
Por eso es tan importante seguir contando el relato verdadero a las nuevas generaciones. La historia tergiversada y utilizada por los totalitarios solo puede conducir a una repetición sistemática de los mismos errores. Ese es el espíritu que late detrás de la expo. Decenas de jóvenes de los centros educativos han visitado la muestra y han podido apreciar documentos únicos de la historia. Un buen puñado de las fotografías que Francisco Boix y Antonio García realizaron en Mauthausen están aquí, en unas vitrinas que también guardan palabras manuscritas, periódicos de la época y ojos que nos miran para que nos los olvidemos jamás.
Estas imágenes originales que se enseñan en la exposición se obtuvieron de los propios negativos que los españoles robaron a los nazis y que además sirvieron de prueba durante los posteriores juicios de Núremberg. Las fotografías que se exhiben en Hellín llegaron gracias a un vecino de la ciudad que sobrevivió al genocidio, José Carreño. Los supervivientes españoles se confabularon para que estos crímenes se conocieran y el horror no cayera en el olvido.

La exposición muestra documentos históricos. José Iván Suárez
“Cuando estudiábamos no llegábamos a la Guerra Civil ni a saber que hubo españoles en los campos de concentración”, recuerda Andújar y lamenta que quizá “entre todos no hemos contado bien lo sucedido”. Algunos profesionales de la historia contemporánea española llevan tiempo empezando sus asignaturas precisamente por estos hechos. Algo sí que ha cambiado ya.
Albacete, Villarrobledo, Almansa o Hellín ya cuentan con memoriales a las víctimas de la barbarie. “Ven y mira y piensa en por qué se ha llegado a esto”, resume Antonio del Carmen López mientras recorre la exposición. Un fragmento trágico de la historia de España, sin odio y sin revancha. Simplemente pedagogía de la capacidad humana de hacer mal pero también de sobrevivir y mantener vivo el testimonio. Al menos, mientras dure la memoria.