Sepan cuántos este artículo leyeran que la historia siempre es un relato mutilado, un retrato a medias, solo una propuesta inacabada. Esta es la esencia que mantiene viva la curiosidad. Un grupo de jóvenes arqueólogos, movidos por esta fuerza del conocimiento, están completando la enrevesada narración del puzle de la Edad Media en Albacete. Y lo están haciendo en un lugar en donde, hasta ahora, no se había realizado una excavación arqueológica.
La Torre de Haches de Bogarra no una era desconocida entre las más de noventa construcciones de esta época en la provincia. Sin embargo, nunca había sido estudiada en profundidad. Hace un par de años saltó a los titulares de la prensa cuando entró en la Lista Roja de Hispania Nostra como una joya patrimonial en peligro. A partir de ese momento, los hechos se aceleraron. El Ayuntamiento de Bogarra compró la fortificación y con la financiación del Instituto de Estudios Albacetenes, el propio consistorio y la colaboración de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, ha comenzado a excavarse. Los primeros resultados han sido espectaculares.
Las noticias históricas del lugar eran escasas, pese a que en este valle donde se alza la torre apareció la famosa “Esfinge de Haches”; muestra del genio y espiritualidad del mundo ibérico. La historiografía apenas ha puesto sus ojos en Bogarra, solo han pervivido algunos párrafos sueltos y unas líneas que quizá enmarañan más que aclaran. En un documento de 1844, Francisco Parreño apuntaba: “Solo existen algunos fragmentos de un torreón antiguo. Destruido. Inhabitado”.
Sobre las profundas raíces de este pueblo albaceteño no tiene dudas el equipo de arqueólogos que ha excavado en la Torre de Haches. Antes de empuñar el cincel y el pico, se patearon la zona para identificar y constatar las diferentes fases de ocupación desde la prehistoria. En diciembre de 2021 comenzó este proyecto formado por siete profesionales de las universidades de Alicante, Granada y Valencia. Un grupo que ha contado este otoño con la colaboración de ocho vecinos de Bogarra, participantes de un programa de recualificación profesional de la Junta, que han realizado intensas labores de apoyo a las tareas científicas.
Tiempo de los árabes
Los albaceteños Arturo García López y Alejandro Espasa Vizcaya son dos de los directores de este proyecto junto a Miguel Ángel Robledillo Sais, Jorge Rouco Collado y José María Moreno Narganes. Éste último arqueólogo nos atiende para poner a nuestros lectores en situación. Comenta que “entendemos el recinto como una primera población de mediados del siglo XII, que va fortificándose, sobre todo, con los almohades, a partir de 1168, y por la necesidad fronteriza de la guerra tras la caída de la frontera del Júcar”.
Gracias a los materiales encontrados a lo largo de tres semanas de prospección y excavaciones están pudiendo precisar la cronología de la Torre y el montículo donde se construyó. La intervención arqueológica ha sido muy bien acogida por los paisanos y ellos han sido los primeros en conocer los avances en una charla abierta al público celebrada hace unos días en Bogarra. En el proyecto Haches también participan activamente los arqueólogos Marina Piña Moreno y Matíes Martínez. Así como Teodora Boiu, directora del proyecto Recual promovido por Junta y Ayuntamiento. Una oportunidad de trabajo y formación para personas como Paco, Flori, Lorena, Chelo, Anni, María Jesús, Toni y Juan.
Entre unos y otros han desarrollado una importante faena de desbroce, estudio del material, removimiento de tierras, sondeos, elaboración de planos, adecuación de la superficie, dibujos 3D. Metodología del siglo XXI para un yacimiento de hace 800 años que hasta el momento, como ya hemos indicado, apenas había ocupado unas líneas. El mundo árabe apenas importaba. Narciso Blanch é Illa, en 1866, en su libro sobre Albacete de la “Crónica General de España” indicaba escuetamente: “Del tiempo de los árabes pocos recuerdos nos quedan, a no ser el nombre de algunas poblaciones. Con todo, es probable que poco o mucho introducirían en la mayor parte de estos pueblos los elementos de su civilización especial, si bien se verían interrumpidos a cada paso por las incesantes guerras que tuvieron que sostener con los reyes de Castilla”.
En 1945, cientos de aguaceros después, el entonces director del Museo Provincial, Joaquín Sánchez Jiménez, hizo un informe acerca de una denuncia de expolio en la Torre de Haches. Tal y como ha recogido Blanca Gamo en su tesis doctoral sobre la historia de la arqueología en Albacete, Sánchez Jiménez escribió: “Arqueológicamente, a mi entender, no ofrece interés ninguno y sólo pudiera merecerlo para la historia particular de esta provincia, ya que lo reputo como una de la fortalezas que en la región levantaron los árabes cuando en ella dominaban y que, seguramente, dejó de tener finalidad práctica después de la reconquista de Alcaraz y Riopar por Alfonso VIII”.
La campaña pionera de 2022 ha desvelado que Sánchez Jiménez se equivocó en la importancia del yacimiento. Recientemente, el arqueólogo almanseño José Luis Simón ya había apuntado la presencia de una posible muralla que rodeaba a la Torre de Haches y añadía que “no es descartable que la torre se erija sobre una antigua aljama islámica, reaprovechando a su vez una ocupación que por los restos arqueológicos se remonta al menos a momentos ibéricos. Perteneció al Consejo de Alcaraz y presenta similares características a las de otra de la zona, si bien en ella destacan la altura, el tamaño general y el menor empleo de piedras para el relleno de las cajas de tapial, utilizando con mayor profusión el hormigón”.
Cuando faltan los documentos, la arqueología entra en acción. Los trabajos de este otoño están revelando que no solo se trataba de una torre de defensa sino de todo un recinto. Más allá de la guerra estaba la vida cotidiana de una población que ocupó este monte aproximadamente entre los años 1150 y 1250. En aquel siglo en que los pobladores andalusíes de Haches pastoreaban por estos cerros y cultivaban esta tierra roja como la sangre, la política en la península era de una enorme complejidad. El territorio (partido entre los norteños reinos cristianos y las posesiones sureñas y levantinas musulmanas) era un espacio cambiante en el que las fronteras se movían con el resultado de cada nueva conquista o con el apogeo de un nuevo tratado. Las alianzas entre dirigentes musulmanes y cristianos eran más habituales de lo que suele creerse. Pero cuando estos pactos se agotaban, nacía el conflicto. Las batallas más relevantes de entonces se dieron en Alarcos, gran fracaso de Alfonso VIII y las Navas de Tolosa o al-`Iqab, donde los ejércitos cristianos peninsulares derrotaron a los almohades en 1212. Esta última batalla acabó con varias décadas de cierta tranquilidad y prosperidad, tanto en Al-Ándalus como en el norte cristiano; donde se había creado la primera universidad en Salamanca y las primeras cortes en León.
La Torre de Haches se construyó en aquellos tiempos en que la paz podía acabar de pronto con una cabalgada de saqueo. Los almohades, posiblemente, fueron los artífices de su edificación. La alzaron con, al menos, cuatro alturas; aljibe para almacenar el agua y fuertes muros. A su alrededor se formó una muralla que durante las décadas siguientes fue ampliándose en solidez y monumentalidad. En el interior del complejo defensivo, se levantaron viviendas. La primera casa que han excavado los arqueólogos les ha permitido saber que sus moradores tenían silos para almacenar alimentos o que usaban molinos de mano para manufacturar las harinas. Los elementos materiales que han ido encontrando hablan de que aquella población andalusí trabaja la tierra con azadas, con las hoces recolectaban las aromáticas que pueblan estos cerros y ya en el hogar, se sentaban sobre alfombras de esparto y cocinaban en cazuelas y ollas. Las noches se iluminaba con candiles y el silencio, posiblemente, desaparecía con el bramido de las bestias en el monte.
Trescientas aldeas
Además, como muestra a nuestros lectores el arqueólogo José María Moreno Narganes, estas gentes, quizá, conservaban el aceite en tinajas. Usaban redomas de cristal para escanciar líquidos y producían sus propias vestimentas, así lo demuestran algunas piezas halladas como una fusayola o la torre de una rueca. Conservaban las bebidas en botellas y la comida la disfrutaban sobre el típico plato andalusí, el ataifor. Y un penúltimo hallazgo material que ha sorprendido a los propios profesionales: un tintero. Entre la población que habitó la Torre de Haches no solo había campesinos. Tal vez, con la tinta de hace ocho siglos se escribieron las crónicas de este lugar pero estas se perdieron para siempre. Puede ser que este utensilio fuera utilizado por el jefe de este poblado, a quien los soldados protegían y por quien los pobladores laboraban. Como el recuerdo de estas personas, también el nombre de este linaje aristócrata se ha esfumado.
El esplendor y la paz iluminaron en algún momento este rincón de la sierra albaceteña. Este recodo en medio del mundo, arañado durante millones de años por la fuerza del agua y el viento, el arroyo de Haches, las ramblas de la Zarcilla y las Cañadas, el río Bogarra, el cerro de los Gavilanes. Un lugar que, sin embargo, también sucumbió a la guerra. Primero cayó Alcaraz, después las Peñas de San Pedro y Hellín y en medio de este proceso conquistador cristiano, la Torre de Haches. Mientras tanto, en un periodo muy corto, la monarquía castellana cambiaba de Alfonso IX a Fernando III; y la parte almohade también sufría la conflictiva sucesión entre Mohamed Yacub ben Yusuf y su hijo. Así era la Edad Media, luchas sangrientas contra el rival e intestinas confabulaciones dentro del poder.
Autores como José Luis Simón, Carlos Ayllón o Aurelio Pretel han investigado, entre otros, esta época en Albacete. También lo hizo Miguel Rodríguez Llopis. El desaparecido historiador de Yeste contaba cómo el geógrafo musulmán Al-Zuhri, en el siglo XII, hablaba de más trescientas aldeas en esta zona de la región. Unas desaparecieron, otras se repoblaron por parte de habitantes de Castilla, Aragón o Navarra y en alguna se permitió que siguieran viviendo los musulmanes. Tras la derrota, parece ser que durante algún año, se mantuvo la vida en la Torre de Haches hasta que finalmente, el olvido la conquistó por completo.
Ahora los arqueólogos están rescatando el testimonio de aquellos últimos habitantes. La Torre de Haches está hoy envuelta en andamios y es que paralelamente a la investigación científica, el Ayuntamiento de Bogarra va a consolidar la edificación y sellar las graves grietas que amenazan con su ruina. En las próximas fechas, los investigadores proseguirán con los trabajos de análisis en el laboratorio de las muestras orgánicas recuperadas durante la campaña. Nuevos datos seguirán completando la historia. “Todo para conocer de una mejor forma la estructura socio-económica del poblado”, resume Moreno Narganes. De momento, los ciudadanos ya sabemos mucho más que hace apenas unos meses. Ahora ya podemos intuir que la Torre de Haches encierra más secretos de los que nos contaron. Decía una jarcha medieval: “¡Piedad, piedad, oh hermoso! dime: / ¿por qué no quieres, ¡oh Dios!, matarme?”. Quizá el final de la Torre de Haches fue violento y desesperado, propio de la ventura de la época. Quién sabe si tras rendirse, las gentes huyeron cabeztornados, y solo las aves y serpientes fueron testigos del final de aquella hazaña por la supervivencia.