Envejecer en el mundo rural. En plena Guerra Civil, en 1936 Evangelina Cuartero llegaba a un mundo donde el miedo, la incertidumbre, el hambre o enfermedades vivían en cada hogar de España.
“Con tan solo tres años todavía recuerdo el momento en el que se llevaron a mi padre a la cárcel cuando terminó la guerra por ser comunista. Tras la guerra, llegó la dictadura con unas normas y acciones que hacían mucho daño a las familias. Pegaban palizas y hacían juderías a las mujeres. Mi madre se hizo cargo de sus tres hijos trabajando donde la llamaban por eso recuerdo que hambre no he pasado. Lo que sí es verdad que a veces mi madre no se sentaba a comer y con el tiempo descubrí que era por no pasar envidia”, comienza contando su historia a AlbaceteCapital.com Evangelina Cuartero.
Mujer rural, natural de Balazote, con 87 años cuenta que cuando llegaba el Día de la Purísima hacían jornada de puertas abiertas para que los hijos “fuésemos a ver a los padres encarcelados”. Recuerda que, en una visita, un amigo de su padre le había guardado una uva rojal para cuando fuese a verlo.
“Hambre no he pasado, pero calamidad mucha. Las mesas no estaban como las de ahora, no teníamos servilletas, ni platos o vasos se ponía la sartén en medio de la cocina. Nos gustaba todo lo que se hacía, no como ahora. Y solo se comía y se cenaba, no había más”, explica Evangelina. La mayor de tres hermanos con muy poca edad se tuvo que hacer cargo de ellos mientras su madre trabajaba hasta que su padre salió de la cárcel. “Tendría que haber sido al revés, pero mi madre quiso que me quedase en casa al cuidado de mis hermanos”, añade.
Una mujer que rompió los moldes de los tiempos
Unos tiempos donde la figura de la mujer no era relevante, Evangelina con tan solo 18 años quiso comenzar la andadura de su vida con el que sería su marido. Hablamos de que en 1954 la mayoría de edad se fijaba en los 21 años. Esta situación le supuso dejar a un lado la relación con su padre e irse a vivir a casa de su cuñado, el marido de la hermana de su futuro marido. Se puede decir abiertamente que fue una mujer que rompió los moldes de los tiempos.
Fue el cura del pueblo el que dijo que si alguien la acogía como todavía no estaban casados podía irse de su hogar. “Con cuatro sillas y un colchón casero al lado de la lumbre dormía cada día hasta que llegasen los papeles para hacer oficial el casamiento, porque en aquellos años pertenecíamos a Toledo”, cuenta Evangelina. Con tan solo 19 años se casó con el que sería su marido toda la vida, Juan. Al ser oficial se alojaron en una cámara donde su suegra le prestó una cama hecha con los restos del panizo, una mesa y una silla. “Como no tenía silla comía de pie”. El machismo de los tiempos provocaba dar y servir todo al hombre. “Mi marido se fue a la mili y yo me quedé en la camareta, entonces me sentaba yo en la silla”, añade.
Ahora recuerda que su luna de miel fue en Ibiza, pero mientras su marido hacía el servicio militar. Todo porque con el primer permiso se marchó con él. Antes de llegar al destino quisieron pasar a ver a unos familiares a Valencia, con tan mala suerte que les pilló la famosa ‘riuá’, la inundación que tuvo lugar en 1957. Anecdóticamente Evangelina cuenta que su marido perdió la ropa de militar y eso en aquellos tiempos tenía castigo de muerte. “Nos fuimos con muy poco y con lo sucedido llegamos a la isla con menos después de tres días sin comer y llenos de barro”.
Al llegar al cuartel “los nervios se apoderaban de mí, de pensar en la pena que tenía mi marido por perder la ropa oficial. Menos mal que a través de un amigo en común del pueblo, el Teniente Coronel nos ayudó. Me dieron ropa que conservé durante muchos años y se le perdonó a mi marido el incidente sucedido”, comenta Evangelina.
Como era habitual en los años 50 cuidar de los hijos e hijas de familias apoderadas era algo normal. “El Capitán del cuartel donde mi marido hacía la ‘mili’ me mandó a su casa a cuidar de la familia los nueve meses que pasé en Ibiza. Además, buscamos una habitación donde recuerdo que pagábamos un duro (antigua moneda) por dormir juntos todas las noches. La verdad que vivimos unos tiempos muy buenos”, añade.
Una de las decisiones que marcarían su vida y su futuro se decidió entre la isla y la península
Al término del servicio militar, la ignorancia y la humildad de aquellos años se apoderó de Evangelina y su marido. Una de las decisiones que marcarían su vida y su futuro se decidió entre la isla y la península. “Tuvimos la oportunidad de irnos con unos marqueses a Madrid seis meses y la otra parte del año a Ibiza para cuidar de ambas residencias sin tener que pagar nada. Además, recuerdo que decían que, si teníamos hijos mucho mejor, pero con esos pájaros que teníamos en la cabeza nos volvimos al pueblo pensando que sería mejor estar junto a la familia”.
“Una vez casada me enseñé a trabajar rápidamente”. En el pueblo el cometido fue faenar en el campo para poder comprarse una casa familiar. A los tres años de contraer matrimonio, la pareja esperaba su primera hija que con tan mala suerte que al poco de nacer murió. “Estuve hasta los ocho meses en el campo trabajando en los ajos y cuando nació la niña como estaba recién dada a luz no estuve presente cuando la bautizaron”. Todo porque en aquellos años el bautismo se realizaba a los pocos días de nacer.
Después de seis años viviendo en condiciones insalubres y con un hijo que criar pudieron comprar un solar donde había viña que con esfuerzo y trabajo construyeron por fin, su propio hogar. Con los años Evangelina tuvo otros dos hijos nacidos en su casa, todos con la ayuda de Don Manuel que trajo al mundo a “medio pueblo”. Entre medias tuvo un aborto, nos dice con humor que tuvo “cinco barrigas porque empecé con tiempo”. La maternidad no le hizo quedarse en casa, ella ha luchado por sacar adelante a sus hijos y mantener su hogar familiar.
Tras ser madre, las piedras en el camino no hacían más que aumentar. La vida le tenía guardada sufrimiento y dolor. Todo porque la persona que tenía a su lado prefirió amarrar y amar aquello que le hacía evadirse del mundo real. Evangelina ha vivido en una lucha constante por sacar a su familia adelante sin mostrar su sufrimiento a sus descendientes.
Años muy duros económicamente, de sufrimiento y desconfianza
Todo ello encadenado por la ausencia presencial de su marido ya que estuvo durante ocho años trabajando en Alemania para sacar adelante a su familia y volvía a casa a temporadas. Unos años donde el escepticismo hacia la figura de la mujer era inevitable, por circunstancias como esta Evangelina sufrió la desconfianza, por la fidelidad, de su marido hacia ella hasta su muerte por un cáncer. “Una etapa de sufrimiento. Tener a tu lado a alguien que quieres, viviendo esa desconfianza, simplemente por las voces ajenas a las paredes de mi hogar”.
Unos años muy duros económicamente, de sufrimiento y desconfianza que desataron en viudez a los 50 años con tres hijos a su cargo. A partir de ese hecho que sorprendió a su familia, Evangelina estuvo de luto durante 15 años. Una etapa oscura que le hizo alejarse de la vida real y pedir ayuda a un profesional por sus malos pensamientos.
Pero a veces la vida te termina sorprendiendo y la luz llega a cada hogar. Gracias a su familia y a la Asociación de Mujeres San Blas de Balazote, Evangelina ha podido retomar su vida y dar toda esa bondad y humildad que la caracteriza.
Evangelina Cuartero junto a compañeras de la Asociación de Mujeres San Blas de BalazoteRespecto a la crisis sanitaria por el Covid-19, Evangelina la ha vivido en su casa sola donde su familia, vecinos y vecinas le han ayudado a llevar mejor esta etapa. Hablamos de que los comercios se volcaron con las personas mayores acercándoles la comida o medicinas a sus casas. La solidaridad se apoderó de todas las personas que vivimos esta etapa histórica en el mundo. “Una guerra silenciosa que la hemos podido pasar con todas las comodidades”.
Aun así, Evangelina esquivó el virus durante dos largos años y con las tres vacunas puestas fue el pasado año cuando lo pasó. Eso le llevó a estar unos días en casa de su hija por lo floja que estaba, pero al poco tiempo volvió a su hogar a seguir con su ritmo.
Además, Evangelina participa en muchas de las actividades programadas dentro de la Semana de la Mujer en su pueblo, Balazote porque es una persona referente en este Día Internacional de la Mujer como mujer rural y luchadora.
“Puedo decir que mi vida fue de buena a mala, aun naciendo en tiempos de guerra. Todo me lo he ganado por mí misma. Y doy gracias de poder contarlo con mis 87 años y que mi familia este bien y puedan vivir como se merecen. Estoy muy orgullosa de ellos”, concluye la Evangelina Cuartero a la que le damos las gracias por hacernos partícipes de su historia.