La división provincial de España tal y como la conocemos hoy en día data de 1833 cuando el entonces ministro de Fomento, Javier de Burgos, quiso poner orden en el caos administrativo existente en el nuevo régimen del país y que emanaba de la Revolución Francesa. Entonces se establecieron 49 provincias que después se irían modificando, ampliando y reduciendo, en función de la incorporación de las colonias. Fue la Constitución Española de 1978 la que estableció las provincias hoy vigentes, agrupadas en comunidades autónomas.
Este 31 de mayo se cumplen 37 años desde que las Cortes de Castilla-La Mancha se constituyeron por primera vez tras aprobarse el Estatuto de Autonomía de la comunidad autónoma. Con motivo de esta celebración, hemos querido realizar un repaso por la denominación de sus capitales de provincia, que dan nombre también a estas divisiones administrativos y que suponen igualmente conocer algo más de su historia y de la cultura que han atesorado desde que existen como ciudades.
Arrancamos con Albacete, la ciudad más poblada de la región, con más de 173.000 habitantes. La historia de su topónimo actual no puede entenderse sin mencionar todos los que ha tenido a lo largo de la historia desde su difuso origen en época andalusí. Según algunos expertos, algunos de sus denominaciones procedieron de Asia Menor, como Celtide. Después, los celtíberos prerromanos le darían el nombre con la base lingüística actual, Alaba y los árabes de Mauritania la denominación de Albacen.
Desde entonces su raíz ya siempre fue árabe pasando por Abula hasta que finalmente se llamara Al-Basit bajo el imperio musulmán, cuyo significado es “el llano”, después castellanizado hasta ser Albacete. Al igual que sucede con otras ciudades con etimología árabe, existe también la posibilidad de que este nombre llevara delante el vocablo “Madinat” -que significa ciudad- formando así “Madinat-al-Basit” o “ciudad del llano”.
En cuanto a Guadalajara, existe casi total unanimidad entre los cronistas e historiadores en el origen andalusí de la nomenclatura, en su origen Wād al-Haŷarah, tal y como llamaban los árabes al río Henares que rodea la capital alcarreña. En lo que no hay tanto consenso es en la traducción del término completo. Puede ser “río de piedras”, “valle de los castillos” o “valle de las fortalezas”. Como en el caso de Albacete, también en algunos estudios y, sobre todo, crónicas de la ciudad puede encontrarse el “Madinat” (ciudad) delante de la nomenclatura árabe.
Llegamos a Toledo, donde en los comercios, hoteles, restaurantes y colectivos de la ciudad se rinde homenaje a su historia etimológica. El nombre original, y quizás el más conocido, es el procedente del latín que le dieron los romanos, Toletum, cuya traducción podría ser “tierra en alto”, como así se ubica el Casco Histórico de la capital castellanomanchega.
Algunos expertos consignan que esta palabra sufrió después deformaciones como Tollitu, Tollito, Tolledo y Tolledo hasta llegar a la actual Toledo. Pero antes de eso, tras la época romana, alana y visigoda, llegó el imperio árabe cuyos dirigentes dieron a la ciudad el nombre de Tulaytulah, que puede traducirse como “alegre” o “alegría”.
Kuenka o Qwenka
Lo que ahora conocemos como la ciudad de Cuenca, se conocía en el momento (aproximado) de su fundación como Qünka o Quwanka. El catedrático de Lengua Castellana y Literatura en la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid explica que en los orígenes de la ciudad castellanomanchega se encuentran en un pequeño poblado que ya se denominaba entonces Côncha o Cônca. El nombre, señala el experto, hace referencia a las profundas hoces que marcan el el paisaje de la ciudad, de los ríos Huécar y Júcar.
La población musulmana habría llegado a la zona a finales del siglo X, y se asentaron en la meseta que se crea entre sendas hoces. La primera referencia histórica que menciona el catedrático data de 1011, cuando se habla de la posesión del castillo de Cuenca, llamado en árabe Qal' at Kunka. De la época de las taifas también se conocen objetos con la marca de 'hecho en la ciudad de Cuenca', madinat Qunka, pero también con la forma Quwanka. En el período final de la taifa se habla también de Kunka; la manera de llamar la ciudad se mantuvo inestable durante esta época. La ciudad, de origen musulmán, se funda gracias a los bereberes de la tribu Hawwara, a quienes también se debe el nombre de Kunka. La reconquista de Cuenca se lleva a cabo por Alfonso VIII en el año 1177.
Y terminamos a Ciudad Real. Lo que se conoce con el monárquico hombre se llamaba hace ya muchos, muchos años, Pozuelo Seco de Don Gil. El origen de la ciudad está estrechamente relacionada con el asentamiento de Alarcos, pero no pudo ser repoblado, a pesar de los intentos de varios monarcas entre los siglos XII y XIII. No fue, de hecho, hasta Alfonso X que se fundó una aldea, en la aldea conocida Pozuelo Seco de Don Gil, en 1255 según la historia municipal. Gracias al trazado de una muralla y a las siete puertas que definió para ella, luego pasó a llamarse Villa Real. No fue casualidad: Alfonso X quería hacerle frente a la orden militar de Calartava.
Esta lucha contra la orden de Calatrava retoma especial interés cuando Villa Real pasa a ser Ciudad, ya que fue de hecho su papel en esta pugna la que le permite pasar a llamarse Ciudad Real, como un reconocimiento a su apoyo al rey contra las órdenes militares. La ciudad fue capital de La Mancha desde 1691 hasta 1750, y luego se convirtió en capital de provincia en 1833.