Carmen (nombre ficticio) escuchó por primera vez el término acogimiento familiar hace unos años. Fue un paso decisivo en su vida, explica. Ahora, hace dos años que vive con su marido, su hijo y un niño en acogimiento permanente. El proceso, asegura, fue muy sencillo. “Lo vimos por la televisión y no sabíamos lo que era. Investigamos un poco y llegamos a la consejería de Bienestar Social. Llamamos y nos dijeron que fuéramos a las charlas a informarnos y valorar si queríamos convertirnos o no en familia de acogida”.
Y así hasta ahora. Carmen explica que al conocer la experiencia de otras familias, en uno de los cursos preparatorios que ofrece la administración regional fue cuando se “engancharon” a la idea. “Vimos lo que podíamos hacer por un niño que necesitara una familia”, recuerda y así se convencieron. Además, tuvieron que pasar unas pruebas para ser declarados como “aptos” y poder entrar en la bolsa de familias que existe en la Comunidad autónoma. Pasó un año hasta que los llamaron para comunicarles que había un niño para el que podían ser una buena familia.
“Siempre se valora primero el bien del menor”, asegura Carmen. Y desde entonces, han pasado dos años, pero será mientras el niño lo necesite. “Ha sido una experiencia que recomiendo a todo el mundo, pero hay que tener claro lo que es y que no es una adopción”. ¿Qué le aporta a su vida el nuevo miembro de su familia? “Su vivencia. Su alegría. Podemos ver cómo el va a aprendiendo a ser una persona, a valerse por sí mismo y es muy positivo para nosotros y también para nuestro hijo”, asegura. “Ver la cara del niño cuando ves que va creciendo, como sonríe, eso ya lo vale todo para nosotros”, concluye.
Actualmente hay un total de 577 menores en situación de acogida familiar en Castilla-La Mancha. La mayor parte de ellos en Ciudad Real, donde son 158, otros 156 en Albacete, 123 en Toledo, 78 en Cuenca y 62 en Guadalajara. El total de las familias son 427, porque los niños y las niñas pueden ir juntos si son hermanos o hermanas, y éstas se dividen entre ‘familia extensa’ y en familia ajena. El programa de acogimiento familiar de la Junta de Comunidades se rige por un decreto aprobado en el 2010, en el que se estipulan las distintas condiciones que se deben cumplir. Las solicitudes pueden presentarse todo el año, y tienen una serie de requisitos.
Entre otros, se debe ser mayor de 25 años, por lo menos uno de los miembros en el caso de una pareja. Tener también residencia habitual o estar empadronado en algún municipio de Castilla-La Mancha, excepto en el caso de menores con necesidades especiales o si no hay familias en la región. No se puede haber estado privado de la patria potestad, o haber sido condenado mediante sentencia firme por delito relacionado con menores o violencia familiar, ni tampoco en el caso de estar tramitando un procedimiento de adopción tanto nacional como internacional. Los interesados tampoco podrán establecer ninguna discriminación por sexo, raza o nacionalidad del o la menor.
También se ofrecen ayudas y seguimiento a las familias por parte de la administración regional, que quiere potenciar el programa por las ventajas que supone tanto para los niños como para las familias. Así lo describe la directora general de Familias y Menores, María Ger Martos: “Siempre que hablo con las familias dicen que son ellos los que dan más, los niños a ellos que al revés. Es porque es una satisfacción acompañarlo en su desarrollo”, recalca. Es este vínculo emocional el que quieren promover desde la Junta, especialmente como alternativa a otro tipo de programas como pueden ser los hogares de menores.
La necesidad de la convivencia familiar
“Este tipo de entornos es lo más similar que pueden encontrar los menores a la familia de la que han tenido que salir. Se facilita mucho más el contacto y la continuidad de los vínculos, y evitar también que el niño vaya de un lugar a otro”, explica. Este “punto” de convivencia familiar, explica, es lo que hace realmente falta a niños que tienen que abandonar sus familias y es también mucho más sencillo de interiorizar para ellos. La compensación que reciben los que deciden acoger, explica, es una manera de que no sea “gravoso” para las familias.
Para acoger se deben tener en cuenta varios puntos importantes: entender que es un compromiso no sólo cuidar al o la menor, sino también participar en su educación, apoyarlo de manera “incondicional” y lograr que forme parte de la red social de la familia. A la vez, hay que respetar también su identidad personal y familiar, y también facilitar su contacto con su familia de origen, mientras se ayuda al niño o a la niña a reparar los daños o carencias afectivas que puede tener. “Es importante tener en cuenta la historia de vida del o la menor”, que puede tener necesidades especiales o ser incluso mayor de ocho años.
La Fundación Actia es uno de los centros profesionales que trabaja en conjunto con la administración regional en temas de acogimiento familiar, y su labor se centra en estar de “manera continua” en procesos de captación para ir informando a la población de que existe este tipo de procesos. Los interesados deben hacer primero un curso, del que ya hablaba Carmen, de cuatro sesiones, un proceso de formación para ver si los potenciales acogedores y acogedoras son realmente idóneos para hacerse cargo de un niño o no. No hay manera de elegir niños, explican desde la Fundación, pero sí se trabaja para que exista un buen “acople” entre ambas partes.
Entre otras cosas, se observa si la familia tiene hijos o hijas, si prefieren un grupo de hermanos o hermanas, y si estarían dispuestos a tener un menor a su cargo con discapacidad. Igualmente, si tienen una vivienda con una habitación exclusiva para el niño y cuántas personas viven en la casa. “Es importante saber si hay hermanos, hermanas, abuelos o abuelas, así estudiamos el núcleo familiar”, explican desde la Fundación. “Es importante que haya familias a la espera, porque no sabemos en qué momento se puede necesitar”, concluyen.