Cuando me desperté, el cartero todavía seguía ahí. “Buenos días, hay una carta para ti”. Hasta aquí, nada relevante: lo del correo, ya lo hacían los egipcios. Entré con la misiva a casa y entonces tropecé con unos ojos de… ilusión. O conmoción. O espanto. No sé. – Pero, ¿es que estarán viniendo otra vez?, […]