Pues sí, aquí estamos de nuevo. Hemos vuelto a tomar posiciones en el pretil de nuestro querido Puente Madera. Llevamos ya dieciocho años y pico, que se dice pronto. Todo empezó en marzo de 2003, cuando el desaparecido diario La Verdad nos invitó a escribir un artículo semanal. El primero trató sobre el 8 de marzo y el Día de las Mujeres. Pocos días después el trío criminal de las Azores invadía Irak y justificaba la masacre con un burdo puñado de mentiras (ahora se llaman fakes).
Según informa un poco ingenuamente la Wikipedia, el número de muertos oscila entre 150.000 y 1.000.000. Así, como si 850.000 seres humanos más o menos no importasen mucho. En fin, podríamos habernos callado, pero optamos por unir nuestra voz al coro gigantesco de las multitudes que se manifestaron en contra de la guerra. Y desde entonces esa ha sido nuestra tónica. Nos opusimos a la OTAN y a la decisión del
gobierno de Zapatero de noviembre de 2006 de instalar en nuestra ciudad su funesta Escuela de Pilotos. Cada vez que oímos el ruido atronador de los aviones sobre el cielo de Albacete, nos reafirmamos en nuestra postura. Estamos en contra de la militarización de nuestro
territorio.
El progreso de un pueblo no puede basarse en el sufrimiento de otros. Del mismo modo, desde nuestra modesta pero irreductible trinchera mediática, hemos combatido los recortes que hacían recaer el peso de la crisis sobre los hombros de los sectores sociales más desfavorecidos. Podríamos haber mirado hacia otro lado mientras se desmantelaban los servicios públicos (educación, sanidad, dependencia…) que garantizan un mínimo de igualdad de oportunidades a toda la ciudadanía.
Mucha gente lo hizo, pero nosotros preferimos sumarnos a las multicolores mareas que inundaron todo el país. Han pasado tantas cosas desde el 2003… Ha habido tantas razones por las que luchar: la corrupción galopante del PP, una reforma laboral que convertía a la clase trabajadora en un mero consumible de usar y tirar, el recrudecimiento del cambio climático, la fuga del rey Juan Carlos, la criminalización de la inmigración, la banalización de la violencia de género, el repunte del racismo, del machismo, de la LGTBIfobia…
¿Cómo no combatir todas esas amenazas contra la misma esencia de la convivencia democrática y la humanidad misma? ¿Quién puede tener el cuajo de quedarse tranquilamente comiendo palomitas frente a la tele mientras un fascismo de nuevo cuño siembra de cizaña hasta el último rincón de la patria? Sí, hemos dicho de la patria, la tierra que nuestros padres y madres regaron con su sudor, y a veces su sangre, y que ahora es el lugar donde conviven y trabajan honradamente personas de muy diversa procedencia. Esos eran y ahora son los verdaderos patriotas, no quienes se ponen banderitas hasta en la ropa interior y luego se llevan la pasta a Suiza para no pagar impuestos.
Desde el primer momento, hemos querido, humildemente, ser puente, ser ventana.
Hemos aplaudido las iniciativas encaminadas a construir espacios progresistas plurales, horizontales, abiertos, cordiales… Hemos apoyado las confluencias (Ganemos, Unidad Popular, Unidos/as Podemos…). Hemos apostado por un socialismo democrático, feminista y ecologista. Hemos
escrito muchas páginas al servicio del laicismo, del modelo de estado republicano, de la memoria histórica. Estamos convencidos de que en España solo habrá democracia plena cuando el estado se separe definitivamente de la iglesia católica, la ciudadanía pueda elegir entre monarquía y república y las víctimas del franquismo obtengan verdad, justicia y reparación. Mientras tanto, tendremos una pseudodemocracia disminuida, triste, paliducha.
Por todo lo anterior, también hemos sido muy críticos con “los nuestros”. Nos duelen mucho sus contradicciones. No tragamos los personalismos y los tribalismos. Nos revientan las jerarquías. Somos muy de “ni en dioses, reyes, ni tribunos está el supremo salvador”.
Qué le vamos a hacer…
La verdad es que esto de escribir no siempre es fácil. Cada día hay más odio en nuestra sociedad. A veces dan ganas de salir corriendo. Y quizás estamos metidos en demasiados berenjenales. Nos cansamos. Vamos siendo mayores… Pero aquí seguimos, porque, al final, el
silencio siempre acaba siendo el silencio de los corderos, y a estas alturas no nos apetece agachar la cabeza. Además, el colectivo crece. Hemos “fichado” a Eva Ramírez, una inquieta historiadora y activista a la que podéis encontrar en todas las causas justas. Tenía que haber
más Evas, en serio. Es un lujazo contar con ella.
En fin, nos vemos y nos leemos una temporada más.
¡Salud!