¿Quién debe recibir la cuarta dosis de la vacuna? Un estudio que surge en el Hospital de Albacete a raíz del interés de distintos clínicos y de personas del laboratorio para conocer el tema de la inmunidad de cara a la vacunación de SARS-CoV-2.
Asimismo, un modelo matemático desarrollado por Francisco José Cimas, investigador postdoctoral de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y José Javier Solera, profesor titular de la Universidad de Castilla-La Mancha ha conseguido determinar un "posible" calendario de vacunación por la implicación de una mayor tasa de transmisión y una disminución de la protección inmunitaria contra la reinfección.
“Se empezó a coordinar de manera internar en el Hospital porque suponía una ventaja, ya que la vacunación de sanitarios era coordinada desde el Servicio de Salud Pública. Por tanto, podíamos tener controlado de manera periódica la cantidad de anticuerpos antes y después de las diferentes dosis de la vacuna. Un estudio que viene desde la primera inoculación y que se ha prolongado hasta la tercera. Si hubiese una cuarta, la idea es prolongar el estudio”, explica Cimas.
A pesar de que “llevamos poco tiempo, alrededor de tres años, con el virus se ha hecho mucho. Probamente no se haya investigado tanto en tan poco tiempo y haya tantos avances como el tema de las vacunas. Todo ello por una pandemia que amenaza a todo el mundo y que marcará un antes y un después. Desde avances científicos hasta la forma de trabajar junto con la cultura de cada territorio”, añade Solera. La investigación ha estado marcada por los avances que se han desarrollado en tan poco tiempo son producto de millones, probablemente, de investigadores que se han dedicado por completo a hacer progresos.
Por ello, una de las “cosas que más ha ayudado al progreso en el tema de las vacunas ha sido las cortes de sanitarios, al ser una representación de la población. Se han prestado a hacer un seguimiento de lo que es la respuesta inmune, lo que son nuestras defensas frente al virus”, dice José Javier. Un escudo inmunológico frente al SARS-CoV-2, ya sea porque se han recuperado de una infección previa, se han vacunado o ambas cosas ya que el virus ha seguido evolucionando con la aparición de nuevas variantes genéticamente distintas.
Asimismo, el personal sanitario ha sido solidario y ha participado en este estudio realizándose extracciones de sangre para ver cómo se desarrollaba el sistema inmunológico. “En lugares como Alemania, Estados Unidos o Inglaterra se han constituido cortes de sanitarios como la nuestra de Albacete donde antes de vacunarse se determinaba como era su situación inmunológica. Algunos ya habían pasado el virus y por tanto tenían anticuerpos y otros podíamos ver cómo eran las defensas después de la vacuna”, explica Solera.
Así, esto último es lo que han investigado y han demostrado que aquellas personas que han pasado la infección y además se vacunaban, tenían lo que llamaban una inmunidad hibrida. Una inmunidad “mucho más protectora de reinfección o de nuevas infecciones por el coronavirus”.
Cuestión de anticuerpos
Varios grupos de investigación, incluido el de Albacete, han demostrado que las personas con inmunidad híbrida (aquellos que han pasado una infección previa por SARS-CoV-2 y se han vacunado). Por lo que experimentan menos infecciones y tienen sus anticuerpos más activos que quienes no se han contagiado antes. Esto justificaría que los individuos con ese tipo de inmunidad no siguieran el mismo régimen de vacunación general, pues el comportamiento de sus células inmunes de memoria les protege más eficazmente en caso de volver a encontrarse con el virus.
Por otro lado, este estudio ha detectado una gran variabilidad individual dentro de ambos subgrupos. De hecho, algunas de las personas que sólo se han vacunado, sin infección previa, mantienen un nivel de anticuerpos muy alto y sostenido en el tiempo, con apenas decaimiento. Mientras tanto en otras descienden muy rápidamente, lo que los convierte en más vulnerables. La identificación de estos subgrupos sería de gran interés para las autoridades sanitarias y ayudaría a decidir sobre la oportunidad de recibir o no el refuerzo.
En este sentido Solera resalta que “lo que hemos aprendido es que, aunque la respuesta de la infección como de la vacuna crea anticuerpos, la duración de estos es bastante variable en cada individuo”. A lo que añade que “nuestro grupo ha observado que es posible modelizar matemáticamente, de forma simple, la curva de descenso de anticuerpos (IgG anti-RBD) con solo dos análisis de sangre. Gracias a estos modelos, podemos estimar el momento en que dichos anticuerpos caen por debajo de un determinado umbral. También permite estimar cuántos tendremos en un periodo de tiempo concreto, por ejemplo, dentro de un año”.
El esquema propuesto actualmente de las vacunas dando prioridad a los más vulnerables, como inmunodeprimidos y personas de avanzada edad y personal socio-sanitario, con el fin de evitar posibles colapsos del sistema de salud. Esto “no tiene en cuenta los antecedentes inmunológicos para optimizar el refuerzo, y muchos se preguntan si tienen que vacunarse, cuándo deben hacerlo y cómo influye su historial de vacunación e infección previa. ¿Podría ayudar a tomar la decisión saber la cantidad de anticuerpos que tenemos? Porque la dosis de refuerzo tiene un coste, incluyendo recursos materiales y humanos”, destaca José Javier.
Esto es lo que “nosotros hemos intentado a través de un modelo matemático ver cómo se comportan los anticuerpos. Son fáciles y baratos de medir y son bastante fiables en cuanto a ser un reflejo del estado inmunológico de las personas. Luego estaría la respuesta inmune de cada individuo”, indica Solera. Un trabajo desde el punto de vista práctico con anticuerpos RBD que son los que se fijan, de alguna forma, a la espiga que es la zona de unión que va utilizar el coronavirus para meterse en las células.
Vacunar, solo cuando sea necesario
¿Por qué es importante este hallazgo a raíz del estudio? En primer lugar, es una herramienta útil para predecir el nivel de anticuerpos y de esta forma evaluar qué protección puede “brindarnos la vacuna y cuál es el riesgo de infección para planificar el momento óptimo de recibir el refuerzo. Y, en segundo lugar, nos permite clasificar a las personas en función de su estatus inmunitario e identificar grupos de personas vulnerables”, explica Cimas.
Este estudio matemático sobre los anticuerpos de cada individuo puede ayudar a diseñar los programas de refuerzo de las vacunas. Todo ello clasificando a las personas si necesitan un refuerzo más temprano, más tarde o que no lo necesiten. “Hemos observado que hay individuos que mantienen los anticuerpos en un estado muy alto y estable y en otras que decae rápido”, añade el investigador.
Además, Cimas cuenta que sobre las conclusiones que están obteniendo de estudios que se encuentran en preparación es que para “una persona que le decaen rápido los anticuerpos, si consiguen esta inmunidad hibrida y se vacuna y después se infecta y lo supera, esos nuevos anticuerpos que se producen, provoca que duren más en el tiempo. Es interesante para conocer cómo están de protegidas los diferentes grupos de personas y, además, nos ayuda a intuir lo protegidos que estamos frente a las nuevas variantes”.
En conclusión, se deberían elaborar calendarios personalizados de refuerzo de la vacunación en función de los niveles de anticuerpos y el riesgo de infección y su gravedad. Nuestra modelización también podría utilizarse bajo diferentes condiciones, como la aparición de nuevas variantes virales o el desarrollo de mejores vacunas. Este enfoque permitiría, por tanto, racionalizar la administración de dosis de refuerzo de las vacunas contra el SARS-CoV-2, aplicándolas sólo cuando sea necesario y evitando potenciales efectos secundarios.
¿Tendría algún coste añadido este calendario personalizado?
En cuanto al coste añadido que podría tener el calendario personalizado de cada individuo Cimas, explica que sería a la hora de determinar los anticuerpos, pero es una prueba que no es cara. Además, “tendríamos el ahorro de administrar vacunas a quien solamente la necesite”.
A esto hay que añadir los efectos secundarios, aunque son escasos, se aconseja un uso responsable de las vacunas. De hecho, las propias agencias sanitarias recomiendan no volver a pinchar a una persona hasta pasados tres meses de su última infección o vacunación. Cimas añade que siguen investigando sobre los posibles efectos secundarios de las vacunas con la misma corte de sanitarios.
Por tanto, es un balance coste-beneficio que habría que valorar en que sujetos sería lo correcto hacer una cosa o la otra. Además, hay que tener en cuenta que es muy poco tiempo el que se llevan inoculando las vacunas y que realmente lo que son efectos secundarios, si los hay, aún no se conocen hasta que pasa un periodo de tiempo más largo.
Desde el punto de vista epidemiológico lo que “si sabemos es que las vacunas consiguieron que la mortalidad inicial y los ingresos hospitalarios que colapsaron la sanidad tuvieron una influencia muy positiva”, señalan.
Actualmente se investiga las vacunas para evitar la transmisión y están relacionadas con administración nasal ya sea con un aerosol o con unas gotas. Todo ello para hacer de las mucosas una barrera que evite la infección y que se asienten virus.