Normalmente asociamos la pobreza energética a no poder encender la calefacción ni la luz en invierno por la imposibilidad de los inquilinos o propietarios de una vivienda de afrontar el pago de las facturas. Pero el cambio climático lo está cambiando todo y sus consecuencias ya podemos observarlas en verano, con olas de calor cada vez más largas y extremas. Recientemente, en unas jornadas sobre la incidencia en la salud de este fenómeno, los expertos avisaron de que en el futuro habrá más muertes por olas de calor que por olas de frío, cambiando la tendencia existente en la actualidad. Y aunque no podemos hablar de ese tipo de incidencia hoy, sí que hay una pobreza energética en verano, sobre todo en zonas urbanas, que responde a muchos factores.
Las condiciones concretas de cada lugar geográfico y sobre todo otros factores como la falta de espacios verdes o vegetación están provocando que en zonas urbanas se sufran, aún más si cabe, los efectos de las olas de calor y se generen las conocidas “islas de calor”. Según la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), ante esta situación el comportamiento de la ciudadanía está cambiando para adaptarse, “a veces simplemente soportar”, las adversas condiciones a las que están expuestos durante estos episodios de calor.
Una de las consecuencias derivadas de estas estrategias es, por ejemplo, el mayor uso de refrigeración, y por consiguiente un aumento de la demanda y del consumo de energía durante el verano, lo que está poniendo de relieve, de forma más frecuente, situaciones de pobreza energética asociadas que ven la luz durante la estación cálida, periodo que todavía está poco estudiado y evaluado en los estudios y análisis sobre la pobreza energética.
En Castilla-La Mancha hay zonas que alcanzan sus picos de temperatura, cada vez más altos, cada verano. Toledo y provincia es una de las ciudades que más sufren estas temperaturas extremas. Una familia de cinco miembros residente en Bargas (en la periferia) explica a eldiarioclm.es que ya temen más al verano que al invierno. “Nos da miedo hasta encender la nevera porque no nos llega, pero no nos queda más remedio porque es para comer. En invierno hay cosas que se enfrían en la terraza pero ahora…”, afirma la madre de familia sobre las facturas pagar.
“Nunca hemos usado el aire acondicionado”
En esta familia hacen frente a un alquiler social debido a que tanto ella como su pareja están en paro. En el piso hay una bomba de frío-calor. “Nunca la hemos usado, ni en invierno en verano. En invierno con mantas y otros aparatos nos apañamos, pero en verano no podemos ni respirar ni dormir”. Desconocen si parte del problema procede también de la construcción del edificio, pero afirman que los cambios de temperatura son extremos en ambas estaciones.
La situación que deja tras de sí la pobreza energética se vive también en Albacete. En esta provincia Curz Roja ha gestionado a lo largo de este año 888 ayudas con cargo al Plan de Pobreza Energética de la Consejería de Bienestar Social y que tiene como objetivo llegar, una vez finalice este año, a 1722 familias de la provinica de Albacete. Se trata de ayudas de 150 euros para gastos de suministros como luz o gas y que se pueden pedir hasta dos veces al año.
“Mucha gente tienen ventiladores pero no los llega a usar. Y ni hablamos de aire acondicionado, al que no llegan nuestros usuarios”. Quien habla es Gloria Salinas Sánchez, directora de Intervención Social de Cruz Roja Albacete. Por su despacho pasan diariamente familias, personas que no tienen los recursos necesarios para poder paliar los estragos del calor en sus viviendas, pero, tal y como apunta, el problema viene porque hay otros aparatos mucho más necesarios y sin los que no se puede vivir: el frigorífico.
Lejos de lo que pudiera parecer las solicitudes de ayudas por pobreza energética no se paran en los meses de verano. “Son meses en los que a las familias les llegan otros gastos, que vienen acumulando desde atrás y que les impiden hacer frente a las facturas de suministros”, añade Salinas que asegura que, aunque llevan desde el 2016 con estas ayudas de la Junta, desde Cruz Roja vienen pagando los recibos desde el 2010, “cuando empezó la crisis económica”.
Los que acuden a ellos en busca de ayuda son perfiles muy distintos. “No solo atendemos a familias con niños, también vienen parejas con ambos trabajando pero que sin embargo no tienen salarios que les permiten llegar a fin de mes, e incluso, los pensionistas”, apunta.
Estos ejemplos son clarificadores de los problemas que señala ACA. La asociación ha puesto en marcha el proyecto “Pobreza energética y olas de calor en zonas urbanas” desarrollado con el apoyo de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica. El objetivo es aumentar el conocimiento sobre estos fenómenos y su relación con la pobreza energética, pudiendo buscar soluciones factibles y viables en las ciudades y en los hogares.
Vanesa Paredes, técnico de Medio Ambiente y una de las coordinadoras del proyecto junto a Silvia Rangel, nos detalla que el origen se remonta 2010, cuando la asociación inició su serie de estudios bianuales sobre pobreza energética. “Siempre hablamos de ello en invierno, y con razón, porque ha habido casos de fallecimiento, pero resulta evidente que si una casa no está en buen estado resulta perjudicial tanto en invierno como en verano. No se trata solo de ahorro energético sino de tener un confort térmico lo mayor posible”.
Para el proyecto que han llevado a cabo, en primer lugar, se ha realizado una recopilación de las principales medidas para hacer frente a las olas de calor, analizando las barreras existentes para su implementación mediante talleres sectoriales, y también se han identificado las estrategias que la ciudadanía está llevando a cabo actualmente en sus hogares para adaptarse y poder mantenerlos “en unas condiciones de habitabilidad razonables”. De hecho, las actuaciones personalizadas en hogares han contribuido a conocer con más profundidad los hábitos de adaptación al calor que llevan a cabo, para a partir de ello, poder ofrecerles diferentes medidas que pueden aplicar para reducir los efectos de las olas de calor.
En el desarrollo del proyecto se ha llevado a cabo una recopilación y análisis posterior de medidas de adaptación al cambio climático frente a olas de calor en los sectores de la edificación y del planeamiento urbanístico. Las acciones para paliar los efectos de las olas de calor son diversas y la gran mayoría ya están identificadas: son medidas en la edificación o en la planificación urbana, incremento de zonas verdes, uso de refrigeración, adaptación de prácticas y hábitos sociales, entre otras.
Contra los puntos de vista “parciales”
Pero la Asociación de Ciencias Ambientales explica que el análisis de las oportunidades que generan, las barreras en su aplicación o el análisis del coste-beneficio de las mismas “suele abordarse desde puntos de vista parciales o desde la mirada de un sector concreto”. En esta primera acción se pretende recopilar todas estas medidas y realizar un análisis inicial objetivo y riguroso de todas ellas. De forma complementaria se realizaron cuatro talleres en diferentes ciudades españolas, que se caracterizan por tener distintos grados de vulnerabilidad frente al cambio climático. Estas reuniones multisectoriales son las que permiten avanzar en el conocimiento de las medidas de adaptación existentes y fomentar la interrelación de los diferentes actores, fomentando las sinergias entre ellos.
En el marco del proyecto también se va a realizar un estudio para identificar estrategias de adaptación al cambio climático por parte de la ciudadanía, mediante un trabajo previo ya realizado de entrevistas personalizadas a 30 hogares ubicados en las comunidades autónomas de Madrid y Castilla La Mancha. Considera la asociación que son pocos los estudios y metodologías desarrolladas para estudiar la pobreza energética en verano y para conocer el las prácticas y hábitos sociales que realizan las personas en sus hogares para paliar los efectos que sufren ante las olas de calor.
“Estas estrategias o medidas dependen en gran medida de la realidad material, social, económica, espacial y tecnológica en la que se encuentran, siendo de gran importancia conocer las acciones de adaptación que desarrollan con los recursos de los que disponen”, comentan sus coordinadoras. Se pretende, con la experiencia de este estudio, poner a disposición de las administraciones locales una metodología de análisis para el estudio de la pobreza energética en verano e identificar las principales barreras que tienen las personas para aplicar las medidas de adaptación a las olas de calor, en función de las características de cada ciudad.
Con parte de estos hogares, además se realizó un programa de asesoramiento demostrativo que permitió analizar la efectividad de una serie de medidas que permitan reducir los efectos de las olas de calor y la pobreza energética en verano en hogares y demostrar in situ, mediante datos sencillos y herramientas muy visuales, cómo sus hábitos y gestión del hogar, influyen tanto en su confort como en su economía doméstica. Para ello se registraron los resultados mediante sensores de temperatura, humedad o consumo de energía. Esto aportó a los hogares participantes nuevas opciones para mejorar su situación y la experiencia adquirida podrá servir de guía para otros hogares.