©Juan Ramón Moscad. Economista. Uned Almansa. @jmoscad. [email protected]
En la II parte de este artículo hablábamos del populismo según expone Daniel Lacalle en el libro, sobre datos y efectos económicos del populismo. Y continúa diciendo:
¿QUÉ HACEMOS? ¡IMPRIMIR!
Cuando Néstor Kirchner asumió el poder, el dólar no llegaba a los tres pesos. Hoy es cercano a 9,10 (el oficial, el real es casi 13). Sólo unas pocas monedas han perdido más valor que el peso argentino entre 2003 y 2015: las de Guinea, Venezuela, Bielorrusia, Seychelles y Congo. Argentina ocupa el sexto lugar en cuanto a destrucción monetaria, seguido de Etiopía. Empobrecimiento de todos. ¡Y tiene petróleo!
Si existe una excusa a la que muchos acuden cuando sus propuestas fracasan estrepitosamente esa es la de culpar de los errores a factores externos. Los mercados o los malvados empresarios, o el Estado se convierten en la cabeza de turco única y perfecta cuando la impoluta teoría, por el bien de ustedes, no funciona. La supuesta buena voluntad del populista lo justifica todo. El populismo se nutre en sus delirantes propuestas económicas y monetarias de una “nueva” escuela. Y digo “nueva” con ironía porque es la más antigua de la historia, crear dinero de la nada para financiar “al pueblo”. Siendo “el pueblo”, por supuesto, el gobierno —solo si gobiernan ellos, claro—. Lo llaman la Teoría Moderna Monetaria y no es más que exactamente lo mismo que se ha hecho toda la vida desde los Assignats franceses a Kiciloff en Argentina o Maduro en Venezuela. Y con el mismo resultado: Exceso de inflación, destrucción de confianza, culpar a “los comerciantes” y quiebra.
Primero, debemos entender qué es el dinero y por qué “crearlo” de manera agresiva que destruye más de lo que aparentemente mejora. Es un medio de cambio y pago que debe ser de aceptación generalizada. Si los ciudadanos pierden confianza en su valor como medio por la eterna manipulación, desaparece como medio de cambio, depósito de valor y unidad de cuenta. Y esa confianza no la decide un comité o un gobierno desde la imposición. El dinero en su función de medio de cambio facilita el intercambio, o sea, evita el trueque. Cuando su valor está cuestionado, cuando pierde esa “reserva” que tanto monitorizan los países líderes —que además tienen la mayor balanza financiera precisamente para cimentar su posición—, se destruye la economía yendo de crisis en crisis que cada vez son más rápidas y violentas, aumentando la fragilidad y desde la estanflación o la enorme inflación. La inflación siempre es un proceso monetario, es el síntoma de un desequilibrio brutal.
El dinero, cuando se crea desde la expansión de crédito artificial también se destruye —una grave crisis financiera, impagos, caídas de los activos reales— al basarse en expectativas injustificadas. Que esa creación artificial sea a través de crédito a estados, a personas o empresas es igual. Si se genera distorsión por asignación ineficiente de capital, el efecto es el mismo. Por eso la pretensión de aplicar la misma política monetaria, pero en vez de usar el mecanismo de transmisión bancaria, se entregue directamente al estado para financiar elefantes blancos es lo mismo que una burbuja. Solo que, como estamos viendo en China, Argentina o Brasil, salta de manera más agresiva. El efecto embudo de años de desequilibrios propiciados desde el poder político luego no se puede “controlar” desde el mismo.
Vean Argentina, con una inflación de 350% desde 2008 desde la política “inclusiva” de crear dinero para pagar “empleo e inversión pública”. Un aumento de la masa monetaria del 30% medio anual. La principal lección que podemos aprender de Argentina es que la política de imprimir, inflacionar y recurrir al gasto público acaba por ser la menos social de todas. Lo llaman “modelo social inclusivo” y solo consigue estancamiento, inflación y aumento de pobreza. Y el aislamiento internacional con la pérdida de confianza inversora.
Entre 2008 y 2014 la inflación oficial fue del 106,7% pero la analizada por el congreso y analistas independientes era del 354,6%. El empleo público se disparó de 2.387.000 a 4.232.818 entre 2003 y 2014. Casi el 27% de la fuerza laboral. Más del doble de funcionarios que sector privado en variación neta según OJF e INDEC (Argentina). Un sector privado ahogado a impuestos, donde llegaron hasta el 62% de los ingresos de una familia asalariada y donde sufrían la presión fiscal más alta de Latinoamérica, la intervención en precios -que no evitó la elevada inflación- el control de capitales y la falta de divisas para pagar a sus suministradores. Con la destrucción de lo que era un sector privado atractivo, el desaliento de una población educada y de alto nivel de conocimientos, la posición financiera se deterioró inexorablemente mientras la inflación creada por una política monetaria terrorífica empobrecía a todos.
¡Imprimir! La base monetaria crecía al 37,1% interanual en 2015 y una media del 20% desde la llegada del populismo... Y las exportaciones en millones de dólares, a pesar de ser un país rico en materias primas, eran menores que en Chile, Mèxico, Uruguay o Paraguay. Sin embargo el crecimiento de la economía desde 2008 sólo mostraba estanflación. Estancamiento con altísima inflación. La actividad económica muy por debajo de la inflación año tras año. Y la pobreza, imprimiendo y con lo que llaman el “modelo social inclusivo”... Se disparó al 28,7%. Según la Fundación Mediterránea el desempleo era más del doble de las cifras oficiales. La tasa de participación laboral se situaba en el 45,2%. Es decir, muy por debajo de España a pesar de un nivel de “paro oficial” ópticamente bajo.
El caso del Chile de Allende, reverenciado por el populismo internacional actualmente, es paradigmático. Gracias a Guillermo Sánchez por sus referencias en “El Mito del Bloqueo Invisible a Allende”, 11 sept 2015. Cito textualmente:
“Los déficits de Allende eran brutales. En porcentaje del PIB fueron 6,69 % en 1970, 15,28 % en 1971, 24,53 % en 1972 y 30,48 % en 1973. Una monstruosidad no vista ni en petroestados sin deuda durante la crisis del precio del petróleo. ¿Por qué hubo tal crecimiento del déficit? Por el aumento desorbitado de salarios y seguridad social. Ese era el plan populista de Allende: subir salarios nominales enormemente mientras se aplicaban controles de precios sobre los bienes. De los gastos corrientes del Estado, los salarios y la seguridad social, que ya representaban una parte importante, crecieron de 15,83 % a 19,54 % y de 8,60 % a 11,87 % respectivamente entre 1970 y 1971 como porcentaje del PIB. ¿Cómo se financió ese agujero fiscal? Casi la totalidad con impresión de billetes. La emisión monetaria para financiar el déficit o “financiación interna neta” fue, en porcentaje del PIB, 6,60 % en 1970, 13,61 % en 1971, 22,71 % en 1972 y 30,40 % en 1973“.
Por supuesto, la escasez de alimentos y la hiperinflación, que llegó a superar el 600% destruyeron a los que supuestamente pretendían proteger. La clase trabajadora vio su renta disponible y poder adquisitivo desplomarse y el hambre se apoderó de Chile. No necesitaron a la CIA para destruir la economía. Lo hicieron solos, imprimiendo sin control.
¿Qué hizo el populismo? Repetir. Argentina, Venezuela ... “Esta vez es diferente” El populismo que se quiere implementar a través de Podemos o Syriza ha demostrado tres cosas cuando ha gobernado:
a) Cuando unos dicen que las cosas no pueden ir peor, ellos consiguen empeorarlas a niveles extremos.
b) Siempre echan la culpa de su incompetencia al enemigo exterior para mantener a la población rehén.
c) Una vez asentados en el poder, secuestran las instituciones para perpetuarse sea cual sea la voluntad popular.
En Venezuela se sufre el efecto devastador de ese “no, yo no creo”, ese “no somos como Cuba” que encumbró a Chávez diciendo que era socialdemócrata y pro-mercado. Venezuela es hoy un estado en ruinas, y no porque haya caído el petróleo -no olvidemos que México o Perú crecen a pesar de la caída del crudo-, sino por la deplorable gestión que ha creado pobreza, desabastecimiento e hiperinflación. En 2015 Venezuela es el país con la inflación más alta del mundo y el Fondo Monetario Internacional estima que la economía venezolana será la que más decrezca a nivel global.
La receta populista que contó con el aplauso y asesoría de los líderes de Podemos, que consideraban a Venezuela un ejemplo para España, ha resultado ser uno de los fracasos más sonados de las políticas económicas del mundo.
Imprimir una moneda sin control para pagar un gasto clientelar desorbitado ha llevado la inflación estimada a alcanzar el 300%. Pero si usamos el índice de pérdida de poder adquisitivo de Hanke es del 615%. La pobreza ya alcanza al 55% de la población, el desabastecimiento es del 89% y el salario mínimo es menos de $12 al mes, uno de los más bajos del mundo después de Cuba.
Lo peor de la política monetaria salvaje de devaluar y generar inflación es que además Venezuela ha dilapidado una década de altos precios del petróleo y su enorme riqueza con el intervencionismo más brutal. Se han expropiado más de 1500 empresas y el 90% de ellas están en pérdidas, han quebrado o no producen ni un 50% de lo que hacían antes de la intervención. El chavismo no solo no ha reducido la dependencia del petróleo sino que desde su llegada ha hundido los sectores industriales y exportadores y, además, han convertido a la petrolera estatal en una de las más ineficientes del planeta y de las pocas deficitarias, extrayendo más de 12.000 millones de dólares anuales de la misma para subvenciones políticas.
Lo más insultante es que los defensores del régimen chavista hablan de “reducción de la desigualdad” como hazaña... Claro, haciendo pobres a todos se aumenta la igualdad. Igualdad en la miseria. Aún más alucinante es culpar “a EEUU”, que es el principal socio comercial de Venezuela. Ni siquiera la creciente participación de China en la economía venezolana ha reemplazado al poder de compra de Estados Unidos. Venezuela es además el tercer socio comercial de Estados Unidos en América Latina —después de México y Brasil—, según la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos.
Y es que Venezuela, bajo el chavismo, a pesar de más de una década de precios de crudo altos, ha empeorado en productividad, en diversificación de la economía, en renta salarial real, reservas de divisas y crecimiento comparado con cualquiera de sus socios de la OPEP —incluido Irán— y si analizamos el crecimiento y reducción de pobreza desde la llegada de Chávez y con Maduro, otros países como Chile, Perú o Colombia han conseguido cotas mucho mayores de bienestar para la población. Venezuela es, además, uno de los quince países más corruptos del mundo según Transparency International 2016. Lo peor de llevar a cabo estas políticas es que dejan una economía tan dañada que es casi imposible revertirlas rápidamente. Los años perdidos no se recuperan fácilmente.
La falacia ganadora: “la creación de dinero no tiene por qué crear inflación”
En el mundo, desde 2009, se ha aumentado la masa monetaria desde los bancos centrales de manera desproporcionada. Más de 600 bajadas de tipos y 19 billones de dólares de estímulos monetarios no solo han llevado a la inflación subyacente a crecer. Es que se ha creado dinero que ha ido fundamentalmente a financiar estados deficitarios y sectores endeudados. Eso ha creado inflación, además de en precios, en los activos financieros. La inflación no es solo el IPC. Se crea inflación allá donde va el dinero. El efecto inflacionista es evidente en los activos financieros, con los bonos soberanos a tipos jamás visto en la serie histórica y los bonos de alto riesgo cotizando con rentabilidades exigidas a mínimos de 38 años.
Pero el deseo de pensar que hacer dinero de la nada “crea riqueza” y no tiene consecuencias es simplemente un prejuicio pseudo-religioso, no una realidad. Cualquier análisis de creación de masa monetaria e inflación muestra que el efecto es evidente y que siempre se salda con una crisis financiera, mayor inflación y mayor desempleo. El “efecto placebo”, la ilusión de crecimiento que crea a corto plazo el gas de la risa monetario, salta con una crisis mayor en poco tiempo.
Lo que los inflacionistas socialistas de la MMT (Modern Monetary Theory) olvidan —a sabiendas— es la saturación de deuda y el impacto de la continuada creación de dinero en la velocidad del mismo -que mide la actividad económica-. Crear dinero para subvencionar a estados hipertrofiados o perpetuar la mala asignación de capital de los agentes privados es lo mismo. Una unidad adicional de endeudamiento no genera un crecimiento del PIB nominal suficiente para reducir la acumulación de deuda, aunque se monetice el stock, porque el flujo -aumento de cantidad de dinero a crear necesario para cubrir gastos crecientes no cubiertos por actividad real- se dispara, creando el siguiente shock con mayor virulencia.
El efecto de saturación y la manipulación de la asignación de capital en la economía favoreciendo a sectores endeudados desploma la actividad económica, al aumentar la represión financiera y la presión fiscal a familias y empresas. Es falso que la inflación se cree porque las empresas quieren “forrarse” cuando el gobierno imprime dinero. Los insumos se disparan, la presión fiscal aumenta, los ciclos expansivos son más cortos y los márgenes son más débiles.
(Continuará en la IV parte y Fin)
©Juan Ramón Moscad. Economista. Uned Almansa. @jmoscad. [email protected]
Otros artículos del autor sobre el tema:
2) Daniel Lacalle escribe en el libro “El porqué de los Populismos” (II parte de IV)
1) (I parte de lV) El economista Daniel Lacalle participa en el libro “El porqué de los Populismos”