El mes de abril agota sus días. En todos los rincones de nuestro país se han celebrado en las últimas semanas actos sencillos, humildes, muy emotivos, pequeñas semillas para el reconocimiento de todas las personas que lucharon y dieron hasta su sangre por la libertad, contra la dictadura franquista.
Acciones de pura verdad, justicia y reparación, promovidas por asociaciones y movimientos ciudadanos de memoria democrática, de los que destacamos algunos de los realizados en nuestra provincia, como la instalación en Albacete de los Stolpersteine, adoquines en memoria de las víctimas albaceteñas en los campos de concentración nazis; celebración del 14 de abril, 91 aniversario de la proclamación de la II República, en la Plaza del Altozano; la presentación del libro “Poética explosiva” del activista Antolín Pulido; el descubrimiento de una placa en reconocimiento a los represaliados de la dictadura en Ossa de Montiel, que próximamente se instalará en su casco urbano; el homenaje a las victimas albaceteñas del franquismo en el osario y tapia del cementerio de Albacete, en la que el régimen de la dictadura asesinó a 750 personas entre los años 1939 y 1948 ..., y algunos actos más, que por
problemas de espacio no podemos enumerar, en este gran abril republicano, en este abril de memoria.
Estas fechas, sus celebraciones, nos recuerdan también quiénes somos, de dónde venimos, nos explican mucho de lo que somos y hacemos. No nos angustian ni nos impiden vivir, pero nos avisan de todo eso, de que también somos memoria.
Mientras la sociedad civil, con estas iniciativas, avanza en el terreno de la verdad, la justicia y la reparación, el proyecto de Ley de Memoria Democrática sigue guardado en un cajón desde hace más de seis meses, desde que el Gobierno de coalición logró superar su primer examen el pasado mes de octubre, sin que exista, a día de hoy, fecha prevista para que arranque el debate en la ponencia del Congreso de los Diputados y Diputadas.
Los miedos y recelos se han instalado en la parte socialista del Gobierno, pero desde esta humilde tribuna consideramos que no existen motivos para mantener paralizada la tramitación de este proyecto legislativo tan importante. Todo indica que los obstáculos están en la reparación patrimonial a las víctimas del franquismo y en la
derogación de la Ley de Amnistía de 1977 que blinda a los victimarios. ¿Tan complicado es lograr un acuerdo entre todos los socios parlamentarios de investidura de Pedro Sánchez?
Puede ser una de las últimas oportunidades para realizar un acto de democracia como es recuperar la memoria histórica. Es sobradamente conocido que en Europa entierran dignamente a todos los muertos en las guerras y homenajean a quienes lucharon por la libertad, mientras en España hacemos al contrario: mantenemos en fosas comunes a los demócratas y dedicamos calles a criminales fascistas.
Pero eso sí, en puro acto de hipocresía, el presidente Sánchez manda 39 forenses y policía Judicial a Ucrania para investigar los crímenes allí cometidos, más de 80 años llevan cientos de miles de españoles tirados en cunetas esperando esos forenses y a la policía judicial para que sus familias recuperen sus cuerpos.
Hacemos nuestras las palabras del profesor Eduardo Montagut que afirma que la guerra por fin terminó en 1939, pero terminó no trayendo la paz, sino la victoria. Debemos tener presentes a aquellos que padecieron la victoria, sin odio ni deseos de venganza, pero sin olvido. No sería justo olvidar todo aquello ni a los que sufrieron tanto y nos enseñaron tantas cosas, muchas veces hasta sin palabras, con su ejemplo, su compromiso y su valentía cotidiana.
La memoria democrática es el lugar donde se deposita y se recupera nuestra dignidad y más allá del discurso oficial de la historia, se debe dar visibilidad y voz a los familiares de los que sufrieron la represión franquista. El olvido es el crimen definitivo, es una de las mayores injusticias, no se puede perder el vínculo con el pasado, no hay que pasar página. Para llegar a la reconciliación con el pasado debe realizarse a través de la verdad, si no es así no sirve, no se hace desde el rencor, sino desde el reconocimiento.
En algunos territorios no tan lejanos se está iniciando una operación de blanqueo del franquismo y escondiendo los crímenes que la dictadura y la derecha española cometieron a partir del 18 de julio de 1936. Esa es la “concordia” que nos quieren vender. No debemos tolerarlo. La Ley de Memoria Democrática debe salir de ese cajón escondido y ver la luz con su trámite parlamentario, con su publicación definitiva y su estricto cumplimiento, pues sin memoria no hay
futuro.