Nicole Ndongale coordina la experiencia piloto que lleva a cabo la Fundación Simetrías que trabaja entre Madrid y Castilla-La Mancha para empoderar a mujeres africanas contra la mutilación genital femenina (MGF). Esta mujer que nació en la República Democrática del Congo, hoy dirige la Asociación de Amigos del Pueblo Africano (Karibu), con sede en Madrid, declarada de utilidad pública en 1995, y en la que durante quince años se encargó del centro de promoción de la mujer.
“Queríamos que todas pudieran tener su propia voz y para eso era necesario desmontar algunos mitos culturales que, aunque se piensa que son positivos, dañan”. Se refiere en particular a la ablación, una práctica que navega entre la tradición y lo religioso en muchos países no solo de África sino también en el sudeste asiático.
Ha sido una de las protagonistas de la Jornada ‘Acaba con la ablación, experiencias en modelos de coordinación de servicios públicos para prevenir y apoyar’ que se ha celebrado en Albacete. “Ayudamos también a las mujeres para que sean facilitadoras con otras mujeres mutiladas o que tienen niñas para prevenirla”. Y no es nada fácil reconoce “por el peso de la tradición” por eso “lo primero es tocar las raíces, si continúa la convicción, la gente no dejará de hacerlo”.
Ocurre lo mismo en España. Ndongale recuerda que existen “protocolos preventivos por los que, si una madre lleva a su hija a África y vuelve mutilada, puede entrar en la cárcel. Eso está creando un problema. Muchas no pueden evitarlo, ni tampoco evitar que hablen con sus abuelas. Algunas optan por dejar a la niña en el país de origen para evitar ir a la cárcel cuando vuelve a España. No las estamos protegiendo”.
Cree que se necesita tiempo para trabajar la autoestima de las mujeres afectadas. “No podemos hacerlo de un día para otro. Yo fui usuaria de la asociación y si yo he podido, las demás también”. Se necesita por otro lado la implicación de los hombres. “Muchas dependen de sus maridos, aunque estén empoderadas. No pedimos un feminismo radical sino un equilibrio para que acompañen a sus mujeres en el camino”.
Nicole Ndongale pide también a los españoles que “se acerquen” a los inmigrantes “si quieren saber por qué están aquí” sobre todo ahora que arrecian algunas voces contra estas personas. “La gente se sorprende ahora con el discurso racista de Vox, pero nosotros lo llevamos viviendo mucho tiempo. Es una pena porque en virtud de la libertad de expresión se está faltando el respeto a estas personas, porque lo son. No se puede permitir”.
Rosa Ruiz, mossa d’ esquadra: “La erradicación de la MGF es posible”
Si algo se puso de manifiesto durante esta la jornada es que “la erradicación de la mutilación genital femenina es posible”. La afirmación corresponde a Rosa Ruiz, mossa d’esquadra en Barcelona que estuvo en Albacete para trasladar la experiencia del cuerpo policial respecto a la mutilación genital femenina.
Pero el camino hacia ese objetivo, matizaba, no es sencillo porque más allá de la actuación policial o incluso la judicial “el compromiso debe ser familiar, de ambos padres, y que si viajan a su país puedan sensibilizar a la comunidad de origen”.
Y es que, decía, “erradicar la mutilación genital femenina es una cuestión de defensa de los derechos humanos” y por eso, añadía, “quienes estamos en los servicios públicos tenemos que hacer intervención y hacerla bien. Ya nos implicamos, pero hay que implicarse todavía más”.
En Catalunya, los primeros casos detectados por la policía autonómica datan de 1999. En 2005, con la reforma de la Ley del Poder Judicial se permitió que los delitos relacionados con la mutilación genital femenina pudieran ser perseguidos fuera del territorio nacional, como el terrorismo o los delitos contra la humanidad.
La Ley contra la violencia machista catalana de 2008 otorgó un procedimiento a la actuación policial. Los Mossos d’Esquadra cuentan hoy con un Grupo de Atención a la Víctima, en el que trabaja Rosa Ruiz y una Oficina de Relaciones con la Comunidad. Su colaboración con el Estado fue clave para que en 2015 se desarrollase el Protocolo nacional contra la MGF.
“Hay que trabajar en prevención, detección, atención y recuperación” de las víctimas, destaca Ruiz, junto a profesionales de la Sanidad, los centros docentes y las propias asociaciones de mujeres africanas.
Los datos dicen que la estrategia es la correcta. “En Catalunya hay familias enteras que han abandonado la práctica, pero eso supone trabajo, trabajo y más trabajo y realizarlo en un contexto más allá del propio problema de la MGF: hay que hablar de violencia machista, de matrimonios forzados y desde luego de las propias inquietudes de las personas afectadas”.
Incide también en la importancia de la detección precoz de posibles casos para evitar viajes en los que se culmine la ablación.
Los retos ahora, dice, pasan por un trabajo en red comprometido, la detección de casos más allá de los viajes a África, la necesidad de contar con la ayuda de la comunidad “como motor de cambio”, incidir en un discurso de igualdad y de empoderamiento de la mujer así como el apoyo desde Europa a las asociaciones y ONG’s que trabajan en los países de origen de estas personas.
La experiencia municipal: el caso de Terrassa
La localidad barcelonesa de Terrassa lleva 28 años apostando por la promoción de la mujer y lo hace desde un ayuntamiento “con servicios propios, funcionarizados y no externalizados”. Quien lo cuenta es María Jesús Tarragona, psicóloga clínica del Servicio de Políticas de Género del Ayuntamiento de Terrassa.
Es este servicio público el que lidera el Protocolo de Prevención de la Mutilación Genital Femenina en esta localidad, tercera en población en Catalunya y que en 2018 había detectado a 72 mujeres en riesgos de ser víctimas de ablación.
Su metodología aborda la detección y prevención de posibles casos y también la asistencia a personas “en este caso mujeres o niñas que la hayan podido sufrir”. Primero detectan los factores de riesgo que pueden dar lugar a la sospecha de una posible situación de mutilación, y a partir de esos factores se valora si es un riesgo real y si puede ser neutralizado, explica.
Los factores de riesgo parten del hecho de que la familia sea partidaria de ese tipo de práctica, que alguna niña o mujer de la familia ya haya sufrido mutilación o el que hubiera un viaje inminente al país de origen. Pero Tarragona apunta también como factor de riesgo que, aunque los padres no fueran practicantes de la ablación, la mujer se casara con una persona de una etnia practicante.
Solo en el África subsahariana existen 3.000 etnias, practicantes y no practicantes, y algunas realizan diferentes tipos de mutilación. Otro aspecto que destaca esta psicóloga clínica es evitar activar “procedimientos inadecuados para que no piensen que tenemos una actitud incriminadora”.
Y finalmente, dice, “hay que sensibilizar a toda la ciudadanía, no solo a la que pueda ser objeto de estas prácticas” y lamenta la “falta de formación en interculturalidad” en el ámbito municipal, paradójicamente el más cercano a comunidades como las afectadas por la MGF.
Lucía Linuesa es la directora de los Servicios Sociales Municipales de Terrassa aunque nació en Cuenca de donde se marchó hace ya 40 años. Habló de la importancia de las mesas de trabajo en el ámbito local, “una herramienta habitual en Catalunya” -esta localidad cuenta con una específica sobre MGF- que, en su opinión, también “genera oportunidades” para combatir el problema de la mutilación genital femenina entre la población inmigrante asentada en el municipio. “Es importante la implicación de quien maneja fondos públicos, de los políticos y los gerentes”.
Durante su intervención dejó además otras reflexiones como la necesidad de avanzar hacia un cambio en los servicios sociales, “una realidad muy compleja” en la que cree que “llevamos demasiados años transitando desde el modelo asistencialista al de poner a la persona en el centro de la atención”. En este sentido reclamó a los dirigentes políticos “tiempo”, el que necesitan los profesionales “para hacer un trabajo diferente”.
“Los mitos hacen mucho daño. La mutilación genital femenina es una agresión”
Los corredores de La Sagra (Toledo) y del Henares (Guadalajara), además de la provincia de Albacete. Estos son los puntos de Castilla-La Mancha en los que se concentra la presencia de inmigrantes procedentes de distintos países de África en los que se practica la ablación.
Fue a finales de los años 90 del pasado siglo XX cuando empezó a llegar a Castilla-La Mancha población procedente de países como Mali, Senegal, Nigeria o Marruecos. Hoy algunas de las comunidades “están muy consolidadas, con segundas generaciones”, explica la viceconsejera de Servicios y Prestaciones de la Consejería de Bienestar Social, Guadalupe Martín.
En su opinión, “la mutilación genital femenina no puede ser defendida ni tapada bajo la visión de tradición cultural. Es una agresión” y una práctica en la que “los mitos culturales y religiosos hacen mucho daño”, apunta María Teresa Marín, directora general de Humanización y Atención Sociosanitaria de la Consejería de Sanidad.
Guadalupe Martín aboga por “servicios públicos permeables a las situaciones de estas personas sobre todo los casos de riesgo, en el ámbito tanto sanitario como social” y también por mejorar los protocolos, seguir formando profesionales y trabajar “de forma comunitaria” porque “no es un problema de otros”, además de apunta a la cooperación al desarrollo como “motor de cambio” contra la MGF.
La directora del Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha cree que “empoderar a mujeres y niñas es esencial para cambiar las desigualdades”. Pilar Callado explica que la región cuenta con “varios instrumentos” para atajar esta lacra, no solo el protocolo para su prevención sino el trabajo con asociaciones y entidades que la combaten y aboga por la “unidad de acción”.
Además, anuncia que en el curso escolar 2020/21 la implantación de la asignatura Educación para la Igualdad se extenderá a todos los centros en Educación Primaria y Secundaria después de haber llegado como experiencia piloto a 50 centros de la región, incluyendo en su currículo información sobre la MGF.
“La Ley para una Sociedad Libre de Violencia de Género de Castilla-La Mancha sitúa a la mutilación genital femenina como una manifestación de violencia de género”, recordaba también durante su intervención porque “ninguna mujer se plantea relaciones sexuales no agradables y de igual a igual. La MGF trunca la libertad de las mujeres”.
De hecho, hoy hay 200 millones de mujeres mutiladas en todo el mundo. Para Teresa Marín “es un problema cultural. No hablamos de una cuestión sanitaria que causa dolor físico y psíquico para toda la vida”.
Resalta la necesidad de apostar por la formación de los profesionales sanitarios, en particular en la Atención Primaria, la puerta de entrada de muchos de los posibles casos. “Deben entender cuál es la mentalidad y la cultura y también la variabilidad cultural de quien acude a consulta”.
Una de las dificultades que pone sobre la mesa es que la ablación “es un hecho físico que se produce en el entorno familiar. Son las madres y las abuelas las que facilitan que se produzca, normalmente no en España. Por eso debe haber sensibilidad con ellas, hay que acompañarlas en un proceso de maduración, para que cambie su percepción y lo vean como un acto de agresión que es lo que es en realidad”.
Aboga por una visión “mucho más holística de la persona. Y que se tenga en cuenta la multiculturalidad, que se vea como oportunidad para el sistema sanitario porque lo es”.
Por cierto, la jornada dejó también un mensaje de las mujeres que, procedentes de distintos países de África, viven en Albacete y que se topan con una “doble discriminación”, explicaban, porque, a la lacra de la mutilación genital femenina, se suma “la falta de espacios seguros para las mujeres. De poco sirve estar empoderada si económicamente se depende del marido”.
“Es un doble hándicap. No solo la mutilación física, sino la mutilación laboral. Nos vemos impotentes”, decía Nicole Ndongale durante la jornada y, en este sentido, reclamaba también Cheikou Cisse, presidente de la Asociación Colectivo de Apoyo al Inmigrante (ACAIM), “hace falta más apoyo para evitar la invisibilidad de estas mujeres”.