‘Yo soy Franciscanos’ es el lema con el que, desde el mes de marzo, arrancó en el barrio de Franciscanos de Albacete un proyecto de Intervención Comunitaria, Mediadora e Intercultural. Está promovido y desarrollado por la Asociación IntermediAcción, con el apoyo del Ayuntamiento de Albacete.
Hemos hablado con Vanesa López Peñarrubia, mediadora comunitaria de este proyecto.
¿En qué consiste vuestro proyecto de intervención comunitaria en Albacete?
Hemos empezado desde el mes de marzo junto con el Ayuntamiento de Albacete a desarrollar un proyecto de intervención comunitaria, con una mediadora mediadora comunitaria, que se realiza en el barrio de Franciscanos de la ciudad de Albacete, cuenta con el apoyo del Consistorio, a través de la línea de ayudas de intervención social.
Este proyecto pretende impulsar un proceso de intervención comunitaria para la inclusión social y la convivencia. Basada en la idea clave de trabajar juntos todos los agentes de la comunidad, desde las personas que gestionan la comunidad, como las instituciones, las asociaciones, los recursos profesionales, los vecinos…, para afrontar así de forma organizada, eficaz y positiva el reto de la convivencia y la cohesión social.
¿Cuándo comenzó?
Cuando empezamos el proyecto en marzo, justo el día que lo íbamos a presentar junto con el Ayuntamiento a todo el equipo de servicios sociales de Albacete, fue cuando se decretó el estado de alarma y tuvimos que suspender está actividad y restructura el inicio y desarrollo del proyecto desde la situación de confinamiento. En ese momento pensamos que qué mala suerte empezar un proyecto de intervención comunitaria que básicamente consiste en poner cara, dialogar, en trabajar colaborativamente entre unos y otros para mejorar el bien común, cuando se inició justamente el confinamiento. Al principio nos quedamos un poco bloqueados y también preocupados ante la nueva situación.
¿Qué oportunidades pueden generarse con la pandemia y el confinamiento?
Al pasar los días, descubrimos dos cosas. Primero las posibilidades que nos otorgan las herramientas virtuales, porque hay muchas cosas que se pueden hacer desde casa y con herramientas digitales, y la otra, más interesante, esta situación de crisis, que en principio parecía una barrera para el desarrollo del proyecto y por lo tanto para conseguir su fin en cuanto a la mejora de la cohesión social, al igual que ocurre con los conflictos cotidianos, hemos visto que al final, en algunas cuestiones, ha supuesto una nueva oportunidad que ha puesto en valor algunas cuestiones que precisamente teníamos contempladas desde el proyecto, como por ejemplo: el valor de las redes comunitarias de cuidados y apoyo muto entre vecinos, como las que hemos visibilizado en gran cantidad de barrios durante este momento de emergencia social y sanitaria.
En esta situación de emergencia, se ha tomado una mayor concienciación de la necesidad de que entre todos y todas trabajemos en cuestiones como la promoción de estas redes de relaciones cercanas y de confianza, como por ejemplo con nuestros vecinos, comercio de cercanía, y en redes de cuidado y ayuda mutua, que ayuden también a identificar personas o familias en situación de vulnerabilidad, a dar cobertura a personas con necesidades básicas o acompañamiento emocional.
¿Qué otros factores destacaría?
Otra de las cosas que se podrían relacionar con la esencia del proyecto, es la visiblilización generalizada del papel tan importante que cumplen en los barrios algunos actores como el pequeño comercio, las asociaciones de vecinos, los servicios sociales, las farmacias del distrito que estamos viendo como acercan medicamentos a personas con la COVID-19, las carnicerías que te fían sus productos en muchas ocasiones… y en definitiva, la creación las redes comunitarias, que nos conectan unos a otros y que deberíamos de mantener, cuidar y promocionar.
Cada vez más, todos vemos la necesidad de generar estructuras que nos permitan trabajar, cada uno desde su rol y su papel, pero en conjunto por el bien común y por la generación de respuestas compartidas que nos hacen sentirnos con mayor capacidad y sentimiento comunitario para afrontar situaciones difíciles, como por ejemplo la actual.
Por otro lado, también hemos visto como las desigualdades sociales se han hecho más evidentes en esta situación, y con ella la necesidad de generar procesos participativos que permitan incluir en igualdad de condiciones a todas las personas y colectivos en la generación de estructuras que puedan revertir y transformar estas situaciones.
¿Este proyecto se desarrolla en algún otro lugar?
Como Asociación llevamos desde enero en Albacete y este es el primer proyecto de este tipo que ponemos en marcha. También estamos trabajado desde hace 4 años en un proyecto muy parecido en Hellín, en el barrio del Calvario y la Ribera; y en otras zonas como el barrio del Polígono de Toledo, y en la localidad de Lominchar en la provincia toledana.
El proyecto del Polígono de Toledo fue de los primeros de este tipo que nuestra asociación puso en marcha en Castilla La Mancha.
¿En qué momento se encuentra?
Nos encontramos ahora en una fase de conocimiento de la realidad, establecimiento de relaciones con todos los atores y escucha activa. Para poder ir recabando datos sobre la realidad del barrio e identificado aquellas cuestiones de interés común que puedan servir para conectar a unos actores con otros, e ir generando a lo largo del año, espacios de relación que puedan favorecer el trabajo cooperativo y que contribuyan a generar un mayor conocimiento compartido sobre la situación global del barrio.
Conocimiento que será materializado en un Diagnóstico Participativo sobre el estado de la Convivencia y la Sociabilidad en el barrio de Franciscanos, que será público y servirá como primer punto de partida para abordar, entre todos y todas, los principales retos comunitarios que de forma dialógica se vayan identificando.
Entendemos que es como recuperar el concepto de barrio…
Algo así, es compartir el conocimiento que el propio territorio tiene, es contribuir a recuperar y o generar nuevas relaciones, redes de confianza, generar mayor identidad compartida y sentimiento de pertenencia. Incorporando a su vez, toda la diversidad del barrio. Para que no se quede nadie atrás, sin la oportunidad de poder participar y conectarse con los demás: ni mayores, ni infancia, ni vecinos nuevos, ni los de toda la vida… Y para ir generando por medio del diálogo y encuentro un proyecto común que permita, como barrio, aportar respuestas compartidas.