El cáncer de mama es el tumor maligno más frecuente entre las mujeres de todo el mundo y sólo en España se diagnostican unos 26.000 casos al año. La mayoría de ellos a mujeres de entre 35 y 80 años, con mayor incidencia entre los 45 y los 65.

Josefa Moreno, imagen cedida.
Que este cáncer aparezca en un miembro de la familia es un duro golpe, pero que varias generaciones de la misma familia lo padezcan es mucho más difícil de llevar. Este es el caso de Josefa Moreno, vecina de Mahora. A ella le detectaron cáncer en una mama hace ahora trece años. La operación fue un éxito y ni siquiera requirió de quimioterapia o radioterapia. Hace dos años el cáncer apareció en la otra mama. "Hasta entonces había estado muy bien, llevaba una vida normal", cuenta Josefa. Fue entonces, en pleno tratamiento de quimioterapia, cuando se enteró de que una de sus cuatro hijas, con 37 años, padecía el mismo mal. “Cuando me pasó a mí se me vino todo abajo pero cuando me comunicaron lo de mi hija fue un infierno", recuerda Josefa. "Fue muy duro", dice otra de sus hijas. "Si ya fue malo cuando se lo detectaron a mi madre, todo empeoró cuando diagnosticaron a mi hermana".
A partir de ese momento el resto de sus hijas, por recomendación de los especialistas médicos, se sometieron a las pruebas genéticas donde se determina si tienen "el gen del cáncer". Hasta entonces nadie en la familia de Josefa había padecido cáncer de mama. "Nunca me habría podido imaginar que el cáncer pudiera ser hereditario", cuenta Josefa.
Ya hace dos años desde que madre e hija pasaron juntas por la experiencia. "Nos animábamos la una a la otra y nos dábamos fuerza", explica la madre. Un difícil trago por el que, de momento, no han pasado el resto de sus hijas y que les ha servido para convertirlas en una piña:"Si antes estábamos unidas ahora mucho más", cuentan.
La familia de Josefa es un ejemplo de las cientos en las que el cáncer se diagnostica a varias generaciones de mujeres convirtiéndolo en una herencia maldita.