Jose Ramón Rodriguez Martínez
Ayer lunes, una conocida marca de comida rápida sacó una campaña publicitaria enmascarada como oferta de trabajo. Si no la habéis visto aún, revisad vuestros grupos de Whatsapp.
En dicha "oferta" se pedían requisitos ridículos (unos son demasiado elevados y otros directamente irrelevantes).Se advierte en la imagen, compartida por gente de toda clase y condición, que es una campaña, pero no se especifica que esa campaña sea publicitaria. Y las letras de la advertencia son tan ínfimas que en un móvil ni se ven. No es que sea difícil leerlas, es que hay que ampliar la imagen para poder verlas.
¿Tiene derecho una multinacional a abusar de nuestra credulidad, ignorancia, e incluso predisposición en contra de este tipo de servicios, para ganar aún más dinero?
¿Deberíamos hacer autoexamen y dejar de tragarnos todo lo que nos llega por redes, Whatsapp, etc?
Está claro que las multinacionales van a seguir actuando en el borde de lo legal y empujando a la política para desplazar ese borde siempre que puedan. De nosotros depende que no lo consigan. O empezamos a rechazar ese modelo de precariedad y mentiras, o jamás recuperaremos el terreno que nos comieron con la crisis.
En mis 40 años habré comido en esta franquicia 3 o 4 veces. Y en la otra igual (ya sabéis de qué dos os hablo). Ya de chaval me parecían una estafa. Pero es que ahora, además de la explotación, la política de oligopolio y la dudosa calidad de sus productos, se permiten cachondearse del personal.
¿Vas a volver? Yo, desde luego, no. Me iré a un bar de toda la vida a por un bocata. A uno de esos donde no tiene nadie que hacer colas, ni servirse a uno mismo, ni recoger la mesa, por ahorrarse un miserable euro.