La ignorancia destila en odio. Es algo humano y normal, como que si coges frío te constipas. La solución es algo más complicada, requiere leer. Si te conformas con las banalizadas tertulias de la tele y con los condensados argumentos de los titulares (reconozcámoslo, muchas veces no pasamos de ahí) el resultado es pensar de forma similar a como los amos del mundo quieren que pienses.
Por eso el ISIS les recluta cada vez más jóvenes, no les ha dado tiempo a formar una opinión crítica de la vida. Algunos, como varios de los que atentaron en Barcelona, ni siquiera viven una situación familiar difícil.
Por eso mismo los colectivos nazis y los voceros de la caverna tienen el mismo discurso: el problema es el Islam. ¿Les has oído decir alguna vez, hablando de pederastia, que el problema es el catolicismo? ¿Hablan de Arabia Saudí, de cómo hacemos negocios desde España con el país que más aplaude, fomenta y financia el salacismo wahabita? No, ¿verdad? Siempre esquivan el tema, o recurren a ese falso argumento buenista: “son algunos príncipes pero el gobierno está en contra”. Como ya reconoció Hillary Clinton en un e-mail, son los gobiernos, especialmente los de Arabia Saudí y Catar, quienes financian al ISIS. Por eso desde Podemos hacemos hincapié en que no se deben apoyar ni facilitar negocios con esos países, ni desde el estado ni desde sus instituciones, incluida la monarquía.
Me explico: nadie me leerá defendiendo una religión, ni el Islam, ni el Cristianismo, ni ninguna otra. Las religiones me parecen un atraso como sociedad y una muleta emocional que no debería necesitar nadie. Conozco muchas buenas personas que son profundamente ateas, por eso sé que las religiones tampoco son necesarias como código moral. Algunas de las prácticas, mandamientos, costumbres, etc, que promueven con mayor o menor vehemencia son ridículas, otras son altamente discutibles, e incluso hay algunas que van contra los derechos humanos.
Dicho esto, defenderé hasta que me muera el derecho de mis conciudadanos a creer en lo que les dé la gana, a llevar a cabo los rituales que estimen conveniente y a salir a la calle a pasear sus muñecos, todo dentro de unos límites que respeten la convivencia.
Los colectivos musulmanes se concentran por toda España para decir “no en mi nombre”. Y es precisamente esa gran mayoría de musulmanes que no creen en la violencia, el objetivo primordial de los terroristas: buscan aislarlos, convertirlos a su versión corrompida del Islam, usarlos como carne de cañón en su guerra. Nosotros hemos de estar junto a ellos.
Otro tema respecto del que hay mucho desconocimiento es el de la seguridad. Hordas de ignorantes han criticado a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, por no haber puesto bolardos de cemento en las Ramblas. Vaya por delante, una vez más, que no tengo nada en contra de la delimitación del tráfico, ni de impedir que los vehículos invadan lo peatonal, más bien al contrario, pocos bolardos se ponen. Pero una vez más, las ganas de criticar al oponente político se suman a la ignorancia para producir un cóctel muy desagradable.
Miren, la cosa es triste pero hay que hacerle frente: la seguridad absoluta, en todas partes y a todas horas, es imposible. Repito: imposible. Cierto es que unos bolardos de los grandes hubiesen impedido el acceso de la furgoneta a las Ramblas. Si de mí hubiese dependido, hubieran estado puestos. Pero los terroristas, que tienen mucha mala idea pero no son imbéciles, se hubiesen ido a otro sitio: otra calle, otra plaza… Además, el plan era llenar las furgonetas con explosivos y, ante las ondas expansivas y la metralla, los bolardos no sirven de nada.
¿Acaso pretendemos construir murallas alrededor de las ciudades? ¿Transportar mercancías a la espalda? ¿Prohibir el acceso a cualquier vehículo más grande que un ciclomotor? Seamos racionales.
No voy a dar una relación de sitios, eventos, etc, en los cuales podrían atentar en Albacete. Primero por no dar pistas y segundo porque uno de los objetivos de los asesinos y de quienes les financian es que no hablemos con nuestros vecinos, que seamos ignorantes de la realidad de los demás, que nos quedemos en casa frente al televisor, que vivamos con miedo de salir a las calles, a las plazas.
Y las plazas son nuestras.